Que hubo cielo
despejado, lo hubo. Que noche larga, larga, larga, también.
Que la humanidad pareció
una molécula cuando ella tuvo por vez primera un
hombre adentro. Que
entonces también entraron en ella todas las palabras,
las herramientas, la
tecnología, la culinaria, las religiones, la poesía, el arte,
las tuercas y los
tornillos, los tratados de libre comercio y las fórmulas
matemáticas. Pero, como
toda mujer, ella hubiera querido más. Le habría
gustado que a diario le
repitieran sumisamente: “Te quiero”.
Fue esa la hora
obligatoria de la pregunta: “¿Qué soy?”.
Una voz, la misma voz
sentenciosa de siempre le respondió: “No eres más que
una hija mayor”.
Del libro Palabras Pesadas CuentosdeBCRamos.
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