viernes, 13 de noviembre de 2009

MUJER SOLA CUYA SOLEDAD NO TIENE QUE VER CON EL ADIÓS DE UN HOMBRE. Bertha C. Ramos.




A lo largo de la vida Mujer Sola hizo su imagen como haciendo una pintura. Sombras, puntos y volúmenes fueron su definición. Diminutas pinceladas dibujaron de amarillo sus congojas, y de índigos intensos sus errores y sus rabias. Trazó con negro fronteras que enmarcaron su figura juvenil. Nada quiso poseer por no perderlo, por tanto, no se dispuso a las despedidas. Se negó a dejar crecer flores silvestres en su jardín, por no ver como caían los capullos con las lluvias tormentosas. Sus únicas pertenencias, heredadas sin interés, fueron algunos abanicos sevillanos, un poporo Quimbaya, y dos o tres dolencias crónicas. Además, sus padres y hermanos. La sangre ardorosa que compartían los hizo reconocerse como una tribu paranoica, pero como eran porfiados, pudieron construirse una historieta familiar. Mujer Sola no deseaba nada porque el deseo es una cárcel llena de presos peligrosos. Debido a una temprana percepción de soledad, se consagró a cuidar de su mamá con la esperanza de que viviera muchos años. Pero el tiempo y el diablo, eternos conspiradores, la destinaron a morir pronto; sin embargo, cuando esto sucedió, Mujer Sola sintió alivio y una gran expectativa ante la idea de desentenderse de la familia. Para entonces, pocas cosas le importaban. Renunció a los gatos, a tener que soportar la arbitrariedad con que crecen las enredaderas, y a la obligación de diferenciar los días de la semana. Se acogió a los otoños, a las hojas moribundas de los sauces, y a las miradas austeras de los orientales por su cercanía con lo letal. Le abrió la puerta a un hombre que había pasado varias veces por el frente de su casa y cuyos labios prometían pocas palabras y besos primaverales. Cuando lo vio por primera vez Mujer Sola lo ignoró, pero su boca entreabierta y su lengua jugosa, le dijeron que una antigua intimidad existía entre ambos. De manera que, apenas fueron necesarios unos cuantos movimientos para reacomodarse mientras entraban en la tediosa convivencia. Fue entonces cuando a Mujer Sola le entró el tema de que envejecieran juntos. Por decencia, él no le dijo que no; pero comenzó a ignorarla poco a poco, hasta el día en que se marchó dejándole sobre la cama una foto donde ella estaba absolutamente sola en lo alto de una colina de Lituania.

CuentosdeBCRamos. Del libro Palabras Pesadas.
Fotografía: Mauricio Ramírez, India.

2 comentarios:

  1. Bertha, qué hermoso cuento.
    Llegar a tu blog ha sido todo un descubrimiento. Me encanta, como pocos.

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  2. Gracias! este blog es de cosas que me conmueven...

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