jueves, 21 de enero de 2010

De Bertha C Ramos. Desacuerdo.

Jacinta venía de oriente y Juan llegaba de occidente. Jacinta era pelirroja, Juan moreno. Coincidieron en el siglo veintiuno, en el año de la cabra, en el verano, en agosto, en la dorada pesadumbre de un ocaso, en la sala veintiuno de la estación, en la banca que miraba hacia la sierra y en la urgencia que traían de conversar. Y creyeron que era cierto aquello de que existían almas gemelas. Además, por pura casualidad ambos eran Goicoechea provenientes de Navarra y les gustaban los inviernos, los talleres de mecánica, los kurdos, las figuras de alabastro, los bolígrafos plateados, los amantes pesimistas y las comas. Les gustaba el sexo oral, la carne frita, besuquearse las axilas, el cine de Kim Ki-Duk, el dinero mal habido, discutir en mandarín, seducirse bocabajo, registrarse la nariz, la sopa de bacalao y la zarzuela. Les gustaban la heroína y el incienso de Etiopía, el dulce de marañón, enroscarse los pelitos de la ingle y la lectura rigurosa del Corán. Pero hablaron de política, y a Jacinta le indignó la forma que tenía Juan de acomodarse las gafas, y Juan sintió repugnancia por las pecas cuneiformes de Jacinta. Acto seguido, cada cual tomó su tren. Iban presos de la ira
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CuentosdeBCRamos Del libro Palabras Pesadas.
Egon Schiele. Amistad.

3 comentarios:

  1. Me parece increible que estas maravillas de miniaturas que son tus cuentos no tengan comentarios. Solo ouedo atribuirlo a que nadie a tenido la suerte (que he tenido yo) de pasar por aquí y tampoco tú tienes interés por dar a conocer este blog.

    Y siempre me ha impresionado la obra de este pintor con que acompañas los cuentos.

    Bueno, pues que sepas que me encantan el blog y su contenido.

    Un saludo cordial

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  2. Gracias por tus comentarios, me alegran. Y que ruede la bola!!!!!

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  3. Las buenas obras a veces se quedan sin coementarios, porque son tan perfectas en si, que cualquier cometario me temo que no serviria sino para empañarlas. Prima, tu sabes bien que me gustan tus cuentos, desde el momento en que los comiensas a mecer en la teraza.

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