sábado, 11 de septiembre de 2010

De Bertha C. Ramos. Caperuza roja.

Cuando era niña mamá colocó sobre mi cabeza una hermosa caperuza roja y me ordenó llevarle, a mi abuelita que estaba enferma, unos pasteles. Mamá me advirtió tantas veces que tuviese cuidado con alguien a quien llamaban “secuestrador” que acechaba por los senderos del bosque, que tuve curiosidad por conocerlo. Me aparté del camino habitual bordeando el cañón de la cordillera, y me acosté en una planada de espaldas sobre un tapete de musgo fresco mientras veía flotar las pelusillas que soltaban los guayacanes. Él llegó hacia la medianoche vestido de camuflaje y no tenía cara de monstruo, pero sí de hambre. Me apremió a que escogiera: o los pasteles o yo. Siempre pensando en mamá, respondí que los pasteles eran para mi abuelita que estaba enferma. Al cabo de cinco años cuando conseguí llegar a casa de mi abuelita, ella había muerto. Mamá nunca pudo perdonarme la tardanza.
cuentosdeBCRamos. Del libro Palabras Pesadas.
Otto Mueller - Waldsee mit zwei Akten

2 comentarios:

  1. Saludos Bertica.

    Excelente micro, ¿pero de casualidad Caperucita no llegó cargando en brazos un caperucito enrazado con lobito? je jeje.

    Abrazos

    ResponderEliminar
  2. Gracias.El lector termina la historia a su manera. Saludo.

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...