sábado, 27 de noviembre de 2010

De Monique Facuseh.

XXIV
Lo he podido todo.
He apostado a mi sombra.
He sido el tramposo y la trampa.
He estado en la vida sin manual.
He vulnerado al maestro.
Me he reído de la muerte
y también he creado
el arma que me dobla.
Del libro Lianas.

viernes, 26 de noviembre de 2010

De Roberto Juarroz. Duodécima Poesía vertical .

3
Periódicamente,
es necesario pasar lista a las cosas,
comprobar otra vez su presencia.
Hay que saber
si todavía están allí los árboles,
si los pájaros y las flores
continúan su torneo inverosímil,
si las claridades escondidas
siguen suministrando la raíz de la luz,
si los vecinos del hombre
se acuerdan aún del hombre,
si dios ha cedido
su espacio a un reemplazante,
si tu nombre es tu nombre
o es ya el mío,
si el hombre completó su aprendizaje
de verse desde afuera.

Y al pasar lista
es preciso evitar un engaño:
ninguna cosa puede nombrar a otra.
Nada debe reemplazar a lo ausente.

De Liliana Celiz.

de grandes cataratas de agua caídas por los cielos tristes, a montones (en el
fragor del agua que caía allá en el fondo, a lo largo de pezones tersos) hacia
el río consumado de los cuerpos amarillos por el nácar de las sombras del revés
del viento (árboles cayendo como mantos en el viento en el paisaje del origen,
en el fondo de los tiempos) como espumas en el aire en la caída añosa de los
árboles, al centro

"pues si esas ráfagas, esas kilométricas y brillantes manchas de lágrimas
no son cataratas aún" las nubes en la tierra lo serán, apiñación de tierra
con el aire celestial de llamas de los hombres encallados, mutilación de
llamas encrespadas hacia el ancho de veredas cósmicas (ancho de veredas
entre llamas, llamaradas) el balcón de los guijarros nieva fieras del revés
de nuestras aguas tersas al montón de origen derramado (en el montón
de oleaje del revés)
De la poesía inédita de Liliana Celiz, poeta argentina.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

De Borges. Alguien.

Un hombre trabajado por el tiempo,
un hombre que ni siquiera espera la muerte
(las pruebas de la muerte son estadísticas
y nadie hay que no corra el albur
de ser el primer inmortal),
un hombre que ha aprendido a agradecer
las modestas limosnas de los días:
el sueño, la rutina, el sabor del agua,
una no sospechada etimología,
un verso latino o sajón,
la memoria de una mujer que lo ha abandonado
hace ya tantos años
que hoy puede recordarla sin amargura,
un hombre que no ignora que el presente
ya es el porvenir y el olvido,
un hombre que ha sido desleal
y con el que fueron desleales,
puede sentir de pronto, al cruzar la calle,
una misteriosa felicidad
que no viene del lado de la esperanza
sino de una antigua inocencia,
de su propia raíz o de un dios disperso.

Sabe que no debe mirarla de cerca,
porque hay razones más terribles que tigres
que le demostrarán su obligación
de ser un desdichado,
pero humildemente recibe
esa felicidad, esa ráfaga.

Quizá en la muerte para siempre seremos,
cuando el polvo sea polvo,
esa indescifrable raíz,
de la cual para siempre crecerá,
ecuánime o atroz,
nuestro solitario cielo o infierno.

martes, 23 de noviembre de 2010

De Harold Alvarado Tenorio. Como en un campo de cáñamo.

Como en un campo de cáñamo
Uno a otro tallo se apoyan
En la mañana
Uno a otro se oprimen
Entrada la noche.

domingo, 21 de noviembre de 2010

De Yannis Ritsos. El segundo bautizo.


Las palabras humildes se bautizan
en la amargura y el llanto,
echan alas y vuelan:
son como pájaros que trinan.

Y esa palabra secreta,
la palabra de la libertad,
en vez de alas lanza una estocada
que rasga los aires.

viernes, 19 de noviembre de 2010

De Andrea Cote. Miedo.

Madre,
recógeme el sonido de la lluvia en el tejado del abuelo
cuéntame de las noches en que descubrí la sed por los acantilados
y de cómo desprendiste el fuego de la luz
para permitirnos el encuentro con nuestros primeros demonios.
Recuerda nuestra estancia eterna en los rincones de la casa
cuando aún llovían tardes grises en la arena
y la lluvia mohosa venía con abril
y todavía no tenía miedo.
Fotografía: Mauricio Ramírez. Vietnam.

De Gustavo Tatis Guerra. En la tarde el abuelo wayúu aconseja a su nieto.

No hacemos cruces en la tierra.
No tenemos fronteras en nuestro espíritu.
Las líneas de viento
las traza una cabra perdida en el desierto
y el silbo del niño que la llama
con una semilla redonda
que despierta
al arco iris.

De José Emilio Pacheco. Pompeya.

La tempestad de fuego nos sorprendió en el acto
De la fornicación.
No fuimos muertos por el río de la lava.
Nos ahogaron los gases. La ceniza
Se convirtió en sudario. Nuestros cuerpos
Continuaron unidos en la piedra:
Petrificado espasmo interminable.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

DE LO QUE HABLA. Colombia: El palabrero wayuu.

La Unesco declaró Patrimonio Inmaterial de la Humanidad a la figura del Palabrero y del sistema normativo wayuu.
Nelson Uriana. Fotografía tomada del especial para el periódico El Tiempo hecho por Paola Benjumea Brito.
La palabra de Juan Sierra, palabrero wayuu. De Alberto Salcedo R.

lunes, 15 de noviembre de 2010

DE LO QUE HABLA

Honda belleza:
la hojarasca cubriendo
a varios Budas.
Soguetsu-ni
Fotografía: Juliana Palencia. París.

DE LO QUE HABLA

Fotografía: Juliana Palencia, Paris.

De Omar Kheyyam.

239
Imagínate el mundo ordenado a tu gusto.
Supón que has terminado de leer ya la carta,
que has gozado cien años a tu antojo, y que puedes
vivir cien años más del mismo modo. ¿Y luego?
Omar Kheyyam. De Rubaiyat.

sábado, 13 de noviembre de 2010

De Gianni Siccardi. Se va noviembre.

Desaparecen noviembre y tantas cosas.
He bebido en tu boca
el llanto y el tormento.
Me he perdido
en el enjambre de tu nombre.
He tambaleado
en el relámpago de tu mirada.
He despertado
junto al abismo de nuestra juventud.
           
Pero se van noviembre y tantas cosas.
Se va el jardín, el viento, las palabras,
se van tus ojos y tu nombre.
Y para siempre se va el mundo.
           
Llegan las sombras
la distancia
llega la ausencia
llega el torrente del silencio
mientras se va noviembre.

lunes, 8 de noviembre de 2010

De Roberto Juarroz. Duodécima Poesía vertical .

13
Hay un momento
en que uno se libera de su biografía
y abandona entonces esa sombra agobiante,
esa simulación que es el pasado.

Ya no hay que servir más
la angosta fórmula de uno mismo,
ni seguir ensayando sus conquistas,
ni plañir en las bifurcaciones.

Abandonar la propia biografía
y no reconocer los propios datos,
es aliviar la carga para el viaje.

Y es como colgar en la pared un marco vacío
para que ningún paisaje se agote al fijarse.

domingo, 7 de noviembre de 2010

DE LO QUE HABLA

La Decadencia es la pérdida total de la inconsciencia; porque la inconsciencia es el fundamento de la vida. El corazón, si pudiese pensar, se pararía.
 Fernando Pessoa. De El libro del desasosiego.
Fotografía: Juliana Palencia. República Checa.

De Ester de Izaguirre.

Cuando muera esta mano
que puede anotar fechas,
una libreta opaca
persistirá asombrada en mi escritorio.
Como un perro extraviado
sin el amo del tiempo,
como el inútil canto de victoria
desde un pueblo sitiado.


Fotografía: Juliana Palencia. República Checa.

jueves, 4 de noviembre de 2010

De Bertha C. Ramos. CONVENCIMIENTO.

CONVENCIMIENTO
A Claudia sólo le gustan los hombres grandes. Los que tienen todo grande. Grandes ojos problemáticos, grandes manos exploradoras, grandes pies de grandes pasos que dejan grandes erosiones. Por su vida y por su cama han pasado algunos cuantos. El último, que ha permanecido en ambas largo tiempo, tiene además un gran corazón. Claudia, que parece un alfilercito y se expresa mínimamente, como elaborando haikus, se le acerca en la cama y él le sube una pierna grande y luego otra, después un brazo mayúsculo y luego otro, y ella se queda en el centro con su ínfima cabecita de alfiler recostada sobre el pecho escuchando los latidos de su enorme corazón. Claudia siempre ha dicho que las mujeres felices son las que pueden perderse en el cuerpo de un hombre grande, así que, por complacerla, el hombre se esfuerza por agrandarse cada vez más, sin embargo, por extraño que parezca, Claudia es cada vez más infeliz.

cuentosdeBCRamos. Del libro Palabras Pesadas.
Egon Schiele. Seated-couple-egon-and-edith-schiele

DE LO QUE HABLA

Nombras el árbol, niña. 
Y el árbol crece, lento y pleno, 
anegando los aires, 
verde deslumbramiento, 
hasta volvernos verde la mirada. 
Octavio Paz.
Fotografía: Anamaría Ramón

De Darío Jaramillo Agudelo. De la nostalgia.

Vana memoria que no puede traerte desde lejos,
que no te vuelve carne, risa gentil o canto.
Vana memoria mía incapaz de abrazar lo más mío,
incapaz de acariciar tu piel distante,
vana y obsesiva memoria que sólo alcanza a repetirme por quién vivo,
que respiro por este amor invulnerable y sin rutinas.
También ausente eres mi presencia más cálida,
mi más pura nostalgia.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

De Roberto Juarroz. No tenemos un lenguaje.

No tenemos un lenguaje para los finales,
para la caída del amor,
para los concentrados laberintos de la agonía,
para el amordazado escándalo
de los hundimientos irrevocables.
¿Cómo decirle a quien nos abandona
o a quien abandonamos
que agregar otra ausencia a la ausencia
es ahogar todos los nombres
y levantar un muro
alrededor de cada imagen?
¿Cómo hacer señas a quien muere,
cuando todos los gestos se han secado,
las distancias se confunden en un caos imprevisto,
las proximidades se derrumban como pájaros enfermos
y el tallo del dolor
se quiebra como lanzadera
de un telar descompuesto?
¿O cómo hablarse cada uno a sí mismo
cuando nada, cuando nadie ya habla,
cuando las estrellas y los rostros son secreciones neutras
de un mundo que ha perdido
su memoria de un mundo?
Quizá un lenguaje para los finales
exija la total abolición de los otros lenguajes,
la imperturbable síntesis
de las tierras arrasadas.
O tal vez crear un habla de intersticios,
que reúna los mínimos espacios
entreverados entre el silencio y la palabra
y las ignotas partículas sin codicia
que sólo ahí promulgan
la equivalencia última
del abandono y el encuentro.

lunes, 1 de noviembre de 2010

De Mario Benedetti. Monstruos.

Qué vergüenza
carezco de monstruos interiores
no fumo en pipa frente al horizonte
en todo caso creo que mis huesos
son importantes para mí y mi sombra
los sábados de noche me lleno de coraje
mi nariz qué vergüenza no es como la de Goethe
no puedo arrepentirme de mi melancolía
y olvido casi siempre que el suicidio es gratuito
qué vergüenza me encantan las mujeres
sobre todo si son consecuentes y flacas
y no confunden sed con paroxismo
qué vergüenza diosmío no me gusta Ionesco
sin embargo estoy falto de monstruos interiores
quisiera prometer como Dios manda
y vacilar como la gente en prosa
qué vergüenza en las tardes qué vergüenza
en las tardes más oscuras de invierno
me gusta acomodarme en la ventana
ver cómo la llovizna corre a mis acreedores
y ponerme a esperar o quizás a esperarte
tal como si la muerte fuera una falsa alarma.

Alexei von Jawlensky (Russian, 1864–1941)
Retrato del bailarín Alexander Sacharoff9
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