domingo, 19 de diciembre de 2010

A reinventarse. Por Bertha C Ramos.

A REINVENTARSE
Por Bertha C Ramos.
Si no fuera porque los libros certifican su preexistencia, uno podría asegurar que Juan Gustavo Cobo Borda estaba berraco viendo pasar millones de litros de agua desbocada por el inmenso boquete que se abrió en el Canal del Dique, cuando escribió: País mal hecho/ cuya única tradición/ son los errores./ Quedan anécdotas/ chistes de café,/ caspa y babas./ Hombres que van al cine,/ solos./ Mugre y parsimonia.

Porque si es verdad que las catástrofes provocadas por los fenómenos naturales muestran un ser humano minúsculo e impotente ante su fuerza devastadora, también lo es que exigen revisar cómo siendo seres inteligentes nos hemos preparado para afrontarlos. Frente a lo primero, esa realidad de ser microscópicas partículas de un vapor inconmensurable e indefinible, no nos queda sino acogernos a una creencia o someternos a los caprichos de un destino. Pero frente a lo segundo, a las responsabilidades que nos corresponden como partículas sociales, lo único que debería quedarnos en estos casos patéticos, es una tremenda mortificación. Es ese el germen de palabras como las de Cobo Borda que, atizadas por la contrariedad, producen un colosal boquete interior por el que se derrama el río de nuestras inconformidades. El enfurecido y turbio torrente de nuestras indignaciones.
Lo que sucede es que viendo esa muchedumbre que aun habiéndolo perdido todo se regocija de estar viva, es mejor quedarse mudo. Que es preferible levantar una barrera de silencio que contenga la descarga de palabras incisivas. Que hay que guardar el respeto. Entonces no se habla de lo que se debe sino de lo que se puede.  De la indomable naturaleza, del dolor de los adoloridos, de la ayuda humanitaria, del compromiso –muy cierto- que muchos han asumido abnegadamente. Sí, las oscuras aguas del Canal del Dique se tragaron las pertenencias de la gente de los pueblos ribereños y seguro la arrastrarán hasta las profundidades del Mar Caribe en un viaje sin retorno. Pero queda la memoria. Así que hay que reinventarse. Hay que planear el futuro, pero con seriedad. Ojalá que la resuelta gestión de las autoridades culmine con la reubicación de estas poblaciones y, de lo que ha sido una gran tragedia, surja un nuevo departamento del Atlántico, modelo de asentamientos provistos de servicios públicos y planeación. Individuos dignos que conformen poblaciones dignas y comprendan que la mayor obligación de reinventarse es personal. Entender finalmente que si la naturaleza tiene leyes insobornables, los hombres también merecemos las propias. Que si la solidaridad es primordial, lo es mucho más la prevención. Que el amor al prójimo se hace real cuando elegimos dirigentes respetuosos de ese prójimo  ignorante y no burdos comerciantes de electores. Cada voto que se vende o que se compra es el aporte individual a calamidades colectivas que, una vez ocurridas, pretenden exorcizar los unos como ilustres benefactores, y los otros como víctimas quejosas. Porque durante estas catástrofes se escuchan cosas asombrosas, como que la Cámara de Representantes donó cien millones de pesos para los damnificados del invierno. ¿Y por qué no donaron antes prevención?
berthicaramos@gmail.com

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