Durante años Tía
durmió abrazada a un muñeco de peluche a quien llamaba Peluche. No era el
tradicional osito crucificado, sino un perrito azabache y patizambo. Tía le
daba de comer menudencias de pollo y zanahorias orgánicas. Cuando estaba
contenta le leía la biblia protestante, pero si el tiempo se ponía lluvioso,
Tía le hablaba sin parar de que en la vida existían achaques como la
parvovirosis y la temida piroplasmosis. Cuando estaba muy nerviosa nombraba la
bordetella bronquiséptica, y le tenía sin cuidado si Peluche la miraba con sus
ojos vidriosos de muñeco de peluche. Cierto día en que se levantó aburrida, a Tía le dio
por sacarle el relleno de algodón; si bien se sorprendió de saber que Peluche
no era más que un muñeco de peluche, más lo estuvo de saber que no dejaría de
llorarlo por el resto de su vida.
cuentosdeBCRamos. Del libro Palabras Pesadas.
Max Bechmann, Mujer desnuda con perro.
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