martes, 29 de noviembre de 2011

De Shigeto Oshida.

La iluminación súbita no es satori real.
La iluminación real no puede ser percibida por la conciencia en forma directa, sino sólo indirectamente. Comenzamos a experimentar la realidad de diferente manera, y nos preguntamos: “¿Qué es esto?”. Y uno dice: “¡Qué extraña persona soy!”. Pero sólo cuando un verdadero maestro nos dice: “Ésa es sabiduría de Dios”, sabremos que alcanzamos el satori.
El satori real se parece al agua que va penetrando la tierra.
De Takamori Sôan, Enseñanzas de Shigeto Oshida.

Haiku. De Sôgui.

No es que atardezca,
es que la lluvia es noche:
otoño en la ventana.

lunes, 28 de noviembre de 2011

De Silvia Favaretto. Rosa.

Hoy me siento
triste como una rosa de plástico
en un cementerio,
condenada a vivir
en la morada erigida al culto
de la muerte,
estéril y artificial
en mi descarado rojo fuego,
frágil en la vergüenza eterna
de quien está destinado
a ser siempre
una máscara en la realidad
y un rostro demasiado humano en la ficción.

De Andrea Cote. Presagio.

La muerte es un juego que perdemos.
Es preciso, en tanto,
no agotarse
arrancarse el pecho del pecho,
escondérsele para siempre a la sombra,
no dejar aroma en los cuartos,
no abarrotar el olvido.
De todas formas
uno se va a la muerte con hambre.

De Manuel Bandeira. Peregrinación.

El arroyo es el mismo,
El mismo es aquel árbol,
La casa, el jardín.
Mis pasos al azar
(Los pasos y el espíritu)
Van por el pasado,
Ay, tan devastado,
Recogiendo triste
Todo cuanto existe
Aún allí de mí
-¡Mí de aquellos tiempos!

De Monique Facuseh. Lianas.

XXX
Ruego a Dios
no dejar de ser
a mi imagen y semejanza.
Pido al cielo
no me sea negado
el legítimo derecho
de todo condenado a muerte.
De rodillas clamo
al Todopoderoso
por el amor de mis hijos
y las secuelas de mis pecados.
Amén.

sábado, 26 de noviembre de 2011

De Andrea Cote. Casa vacía.

Todos los días me deshago de la hierba
que crece dentro de la casa
pero crece de nuevo,
rompe la casa y la deshoja.
A ella entran todo el tiempo cosas
que se hunden en la hierba.
Mi cuerpo es esta casa vacía
a la que también yo entro
Pero que no me habita.

POESÍA VISUAL. Edu Barbero

Edu Barbero. Baraja de poesía visual contra la violencia de género

De Omar Kheyyam. Rubaiyat. 200

Voy a abriros mi pecho. Mi regla de conducta
es hacer cuanto quiero, a despecho de toda
moral o conveniencia. En nada, en nadie creo.
No amo a nadie, y tampoco tengo fe ni esperanza.

DE LO QUE HABLA




El ojo traza en el techo blanco
una pequeña raya negra.
El techo asume la ilusión del ojo
y se vuelve negro.
La raya se borra entonces
y el ojo se cierra.

Así nace la soledad.

Roberto Juarróz, Quinta poesía vertical, 11.
Egon Schiele, Autorretrato desnudo.



De Roberto Juarroz. Quinta poesía vertical. 18

Voy anotando en imágenes:
las entrelíneas de un temblor,
un cociente furtivo de la sombra,
el residuo de un relámpago.

Voy copiando modelos:
la vida apretada en un muñón,
la síntesis que se completa en un suicidio,
un pan que rompe un beso.

Voy subrayando textos:
el vacío que suspende una frase,
una palabra que pierde el equilibrio,
una disonancia que canta. 

Voy llenando dibujos:
el modo con que practico el infinito,
la ocupación también transitoria de la muerte,
el préstamo sin garantías de esta realidad.

Voy llegando al comienzo:
la palabra sin nadie,
el último silencio,
la página que ya no se enumera.

Y así encuentro la forma
de probar que la vida
calla más que la muerte.

domingo, 20 de noviembre de 2011

De Omar Kheyyam. Rubaiyat.

204
Dadme vino. Que el fuego de primavera abrase
este gélido manto del arrepentimiento.
Al pájaro del tiempo sólo le queda un breve
trecho por recorrer. El pájaro se eleva.

sábado, 19 de noviembre de 2011

DE LO QUE HABLA

Niña indígena de la Guajira colombiana. Fotografía Juliana Palencia

De Héctor Rojas Herazo. Límite y resplandor.

Algo me fue negado desde mi comienzo,
desde mi profundo conocimiento.
Y he velado dulcemente
sobre las espadas que segaron mi luz.
Con nocturno rostro me he alzado
a batallar en el esplendor de mis dormidas normas,
con el pavor de mi júbilo primero
y en otra sombra abatida he pronunciado mi nombre,
mi tremendo, mi orgánico nombre,
mi nombre de filo y de simiente
bajo el sueño de un ángel.
Mis apetitos totales he derramado
como un tributo de reconocimiento,
mi olfato y mi tacto como duros presentes.
Mis olvidados sacrificios he reunido,
mis anteriores fuerzas,
mi casto furor,
mi más antiguo y añorado fuego.
Y he aquí que todas mis potencias
no logran arribar al límite de lo perdido.
En otra edad dichosa
mi palabra fue herida de terrestre amargura.

POESÍA VISUAL. Edu Barbero

Temperatio, El poeta funámbulo.
Edu Barbero.

De Margaret Atwood. Pequeños poemas para el solsticio de invierno.

5
No hay un camino claro:
escribo sobre las rayas de este papel
amarillo. Poesía. Son detalles
como éste los que me empujan,
y las insufribles campanitas
que suenan en las esquinas, de camino
hacia ti, y cantan sobre el hambre,
la sombra y la miseria.
De Historias reales.

De Giovanni Quessep. La palabra nos sueña.

La palabra nos sueña
Todo transcurre (El fuego
Regresa a ser penumbra
Viejas colinas cuento)

Su leyenda deshace
Los días y los pájaros
La muerte es este olvido
Sin cesar inventando

sábado, 12 de noviembre de 2011

De Manuel Blanco-González. Ya no es la primavera pasada.

4
en mis manos permanece el fragante oleaje de las tardes
y un salitre mutilado de silencios
he soñado o he sentido ambarinas soledades de cerezos
en las trémulas caricias de los lagos
por mi rostro zigzaguean torbellinos azulados de nostalgias
y perecen hormigueos de deseos
ya no hay nada
hay colinas y mañanas y praderas
de vacío
hay visiones y recuerdos y palabras
que no entiendo
hay sirenas invernales
sin canciones.

martes, 8 de noviembre de 2011

De Gustavo Tatis Guerra. Cazador.

No tengo otra embriaguez que la luz de la luna.
Disparé contra un cielo muy oscuro al amanecer.
Creí ver la sombra de una guartinaja.
Creí ver la sombra de una perdiz.
La huella de los animales de monte
me sedujo desde niño.
Fui lector insaciable de libros de viajeros y cazadores.
No tuve otra compañía que el silencio de la noche.
El resplandor de las luciérnagas
la luz efímera de los muertos que brillan
bajo los árboles en los antiguos entierros indígenas de los Zenúes.

No preciso cómo ocurrió.
Sólo disparé. La sombra tembló en la espesura.
Perdí el equilibrio. Perdí el blanco que tenía en las noches de cacería. Caí derribado sobre la hierba. Como si un rayo hubiera caído sobre mí. Sentí la sangre caliente sobre mi rostro. La sangre en mi ojo derecho. Me dije: Adiós luz que te guarde el cielo. Más allá del brillo de la luz, había algo que aleteaba en el aire. Como una mano que se despedía. Una mano que mostraba una hoja verde manchada de sangre. Un mico que se cubría con una hoja la sangre de su herida y me la mostraba desde lo alto de una ceiba. Fue la última vez. No volví a disparar jamás contra ninguna criatura del cielo y la tierra.
Al abuelo Ricardo Guerra.
De Evangelio del viento.

lunes, 7 de noviembre de 2011

De Omar Kheyyam. Rubaiyat.

117
¿Sé cuándo vine al mundo y cuándo me iré? Nadie
puede fijar la fecha de su muerte. Tampoco
la de su nacimiento. Trae vino, jovenzuelo.
Quiero olvidar que nunca sabré nada de nada.

De Rubaiyat

De Monique Facuseh. XV

Estos aires de un nuevo enero
tibios y melancólicos.
Cuando la voz declina
y las preguntas se pierden lejos
a no sé dónde.
Cuando han quedado tantos brazos
alargando el viento.
Cuánto nos queda en el pecho
si el mañana es sombra.
Este aire incierto que sobrecoge
cuando la vida teje en la piel su infalible trazo
y en la boca persiste ese duro sabor
como el amargo intenso de la naranja.

De Lianas.

sábado, 5 de noviembre de 2011

De Margaret Atwood. Deletreo.

*
En el punto en que el lenguaje cae
de los huesos calientes, ese momento
en que la roca se abre y la tiniebla
fluye como sangre, en
el punto en que el granito se derrite,
cuando los huesos saben
que están huecos y la palabra
se parte y se dobla y dice
la verdad y el cuerpo
mismo se vuelve boca.

Esto es una metáfora.

De Apuntes para un poema que nunca se podrá escribir.

De Joaquín Mattos Omar. Amor disputado.

Tal vez sepas cuánto quisiera decirte que soy el que más te quiere.
Pero los pájaros, la llama de los candelabros, la hierba, el arroyo,
todo te ama con un amor más fervoroso y hondo.
De Los escombros de los sueños.

De Harold Alvarado Tenorio. Redoble.

Oye el tambor
Las flautas
Y el brillo reluciente de las telas
Anuncian la guerra que nos cerca.
Ven a mí, mírame a los ojos.
De Espejo de máscaras.

jueves, 3 de noviembre de 2011

De Ángel González. Cumpleaños.

Yo lo noto: cómo me voy volviendo
menos cierto, confuso,
disolviéndome en aire
cotidiano, burdo
jirón de mí, deshilachado
y roto por los puños.
Yo comprendo: he vivido
un año más, y eso es muy duro.
¡Mover el corazón todos los días
casi cien veces por minuto!
Para vivir un año es necesario
morirse muchas veces mucho.


De Franz Kafka. El pueblo más cercano.

Mi abuelo acostumbraba decir: ”La vida es asombrosamente breve. En mi memoria se ha abreviado tanto que, por ejemplo, no puedo comprender cómo un joven es capaz de decidirse a montar a caballo para viajar al pueblo más cercano, sin miedo a que (y esto dejando aparte los accidentes que pueden producirse) el tiempo de su vida no le baste, ni de lejos, para dar cumplimiento a su viaje.”

De Alejandro Jodorowsky. Calidad y cantidad.

No se enamoró de ella, sino de su sombra. La iba a visitar al alba, cuando su amada era más larga.

De Borges. El adivino.

En Sumatra, alguien quiere doctorarse de adivino. El brujo examinador le pregunta si será reprobado o si pasará. El candidato responde que será reprobado…

martes, 1 de noviembre de 2011

De Clemencia Tariffa. Vacio.

En las noches
de mis días,
maullando,
mendigo
un trocito de luna.

¿Y qué he conseguido?



De Joaquín Mattos Omar. El azuceno blanco.

El prolijo sistema de luces
de sus propias flores blancas
permite al azuceno escapar
del cerco de tinieblas
que le tiende la noche.

De Los escombros de los sueños.
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