martes, 25 de septiembre de 2012

DE LO QUE HABLA. Luis García Montero.

Por septiembre
se te llenan de sótanos los labios
y es relativo el cielo
después de haberte visto preguntarle a la vida.
Pero también el cielo,
arrugado y preciso
como tu cazadora adolescente,
quiere estar entreabierto,
brillar recién amado,
descansando en la hierba
el peso de su larga cabellera de nubes.

Por septiembre
se te llenan de humo los síes en la boca.

De Héctor Rojas Herazo.

Todo está igual,
con los asuntos en su sitio de siempre:
el retrato sobre el mueble,
la camisa colgada en el ropero,
los pormenores del día.
Todo sigue lo mismo y, sin embargo,
has oído, presientes, alertamente temes,
oyéndote,
oyendo sigilar en tu sigilo.
Sabes que está ahí, que te mira,
que ha olfateado tus tripas y tus huesos,
que te mide como presa, como cosa ingerible,
esa misma tensión con
que lo acechas.
De pronto,
en ímpetu de horror y atropello infinito,
su baba de diamante,
su repentina lengua mojándote el silencio.
Eso que
está ahí, respirando. De Las Ulceras de Adán.

De Margaret Atwood.

Vuelvo a la historia
de la mujer atrapada en la guerra
durante su parto, sus muslos atados
con fuerza por el enemigo
para que no pueda dar a luz.
De Margaret Atwood en Deletreo.

lunes, 24 de septiembre de 2012

SUPERMÁN. Por Bertha C Ramos.


La primera vez que Dieguito pudo ponerse un disfraz ya había cumplido siete años, porque desde el día en que vino al mundo su madre hizo un juramento: mientras estuviera viva, no aceptaría de ningún modo que él perdiera la noción de realidad.
-La realidad es escueta, le decía, -jamás está rebordada de lentejuelas.
Pero en aquellos carnavales que sucedieron a su cumpleaños número siete, Dieguito estuvo tan enfadado pidiendo que lo vistieran de Supermán, que de nada le valieron a su madre los engaños ni la infinitud de ofertas que le hizo a cambio de no dejar de ser Dieguito, porque él se negó a comer y a cepillarse los dientes en señal de rebelión. Por mucho que se esforzó no pudo tranquilizarlo ni mostrándole una copia del registro de nacimiento que enseñaba el nombre de su padre, así que debió comprarle el traje de Supermán. Dieguito se lo puso de inmediato y lo hizo ver tan específico, según dijo su mamá, que desde entonces es Dieguito únicamente en los cuatro días de carnaval. Durante el resto del año se viste de superhéroe, aunque está próximo a cumplir los treinta y ocho. Se rumora que a lo largo de la vida le han hecho tantos vestidos de Supermán, que cuelgan hasta en los rieles de las cortinas de la sala; y que cuando él se recuesta en el sofá a mirar televisión, ella pasa y lo observa satisfecha por el rabillo del ojo porque luce autoritario. Sobre todo, si se duerme arrebujado con la capa. Lo cierto es que cuando vuelve a vestirse de Dieguito los cuatro días del carnaval, Dieguito se mortifica enormemente y pierde el juicio y se enfurece con su madre sin un motivo aparente. 
cuentosdeBCRamos.
Fotografía: Dieguito, de Ana Milena Londoño. 

domingo, 23 de septiembre de 2012

TENTACIÓN. Por Bertha C Ramos.


María tuvo la sospecha de que, quien la había estado observando desde la puerta entreabierta de su rancho, era el diablo. Por su fino porte de caballero medieval. Por sus exageradas emisiones de testosterona. Por su piel escarlata y sus dientes impulsivos. Porque solo un hombre reconciliado con un destino satánico podría mirar a una mujer con tanta condescendencia y tanto amor. Porque de haberlo presentido tantas noches ya le resultaba familiar, y porque de haberse aterrorizado tantas veces esperándolo, María se sentía aliviada.
Le habló despacio, temiendo que únicamente él pudiera comprender en arameo.
¿Quién eres?
No soy. Me imaginan.
¿De dónde vienes?
No vengo. Me traen.
¿A dónde vas?
No voy. Me retienen.
¿Cómo te llamas?
No me llamo. Me llaman dijo complacido y yo respondo presuroso.
Entonces María supo que sí era él y le pidió que entrara. Como el diablo jamás rehúye a la tentación, una vez cruzó el umbral, ya era un diablo encarnado. Dicen quienes fueron testigos de ese encuentro que en aquel rancho parecieron juntarse la luz y las tinieblas, los mares y la tierra, como antes de que ocurriera la Creación. Que el aire olía a naranjas y que, desde entonces, no conocieron una mujer más presumida que María ni tampoco un diablo tan sumiso.
cuentosdeBerthaCRamos. Del libro Palabras Pesadas.
Obra de Oswaldo Guayasamín.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Genial Borges! El Fin.

Recabarren, tendido, entreabrió los ojos y vio el oblicuo cielo raso de junco. De la otra pieza le llegaba un rasgueo de guitarra, una suerte de pobrísimo laberinto que se enredaba y desataba infinitamente… Recobró poco a poco la realidad, las cosas cotidianas que ya no cambiaría nunca por otras. Miró sin lástima su gran cuerpo inútil, el poncho de lana ordinaria que le envolvía las piernas. Afuera, más allá de los barrotes de la ventana, se dilataban la llanura y la tarde; había dormido, pero aun quedaba mucha luz en el cielo. Con el brazo izquierdo tanteó hasta dar con un cencerro de bronce que había al pie del catre. Una o dos veces lo agitó; del otro lado de la puerta seguían llegándole los modestos acordes. El ejecutor era un negro que había aparecido una noche con pretensiones de cantor y que había desafiado a otro forastero a una larga payada de contrapunto. Vencido, seguía frecuentando la pulpería, como a la espera de alguien. Se pasaba las horas con la guitarra, pero no había vuelto a cantar; acaso la derrota lo había amargado. La gente ya se había acostumbrado a ese hombre inofensivo. Recabarren, patrón de la pulpería, no olvidaría ese contrapunto; al día siguiente, al acomodar unos tercios de yerba, se le había muerto bruscamente el lado derecho y había perdido el habla. A fuerza de apiadarnos de las desdichas de los héroes de la novelas concluimos apiadándonos con exceso de las desdichas propias; no así el sufrido Recabarren, que aceptó la parálisis como antes había aceptado el rigor y las soledades de América. Habituado a vivir en el presente, como los animales, ahora miraba el cielo y pensaba que el cerco rojo de la luna era señal de lluvia.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

LA MUERTE DE LA MATRONA. Por Bertha C Ramos.



Los Gutiérrez De Narváez, distinguida familia de una cálida ciudad de la América Latina, se encontraron de repente frente a una gran encrucijada. Había muerto la mamá –que a la vez era cuñada, tía, hermana, abuela, bisabuela y tatarabuela- y en torno al porte trivial que presentaba el cadáver, no lograban acordar la manera de peinarla. Se enfrascaron en un airado debate. Los ancianos defendían la conveniencia de un moño francés del siglo XVIII pleno de curvas y asimetrías que expresaran opulencia, aunque exigía esconder sus uñas desfiguradas dentro de guantes de raso. Los hijos, apelando al derecho que confiere tener una madre muerta, querían que se le pusiera un sombrero cardenalicio porque poder y santidad son una fusión que garantiza la inmortalidad. En defensa de la estética, los artistas de la familia pidieron una semblanza de La Gioconda, que fue objetada por el clan argumentando que la difunta tenía lo que se le llama pelo malo. Estaba además el gusto de los jóvenes, que exigían ver a la vieja irse para el otro mundo como una estampa contemporánea, libre de bucles prehistóricos. Si acaso –proponían ellos- un penacho colorado, como un zarpazo en el cráneo a la medida de sus sátiras.
Como no pudieron llegar a un acuerdo favorable a una opinión, el acuerdo fue realizar una ecléctica combinación de lo que pensaban todos, y poner una foto de ella cuando cumplió quince años sobre la tapa del ataúd. Así fue que, mientras los Gutiérrez De Narváez sellaban con palmadas amorosas las alianzas de la sangre, sobre la margen izquierda de un río que lame las calles de una ciudad tropical enclavada en las entrañas de la América Latina, en una calurosa tarde de finales de septiembre, sofocada entre arandelas de satín, entró la matrona al horno crematorio. 
cuentosdeBCRamos.
James Ensor. La intriga.

martes, 18 de septiembre de 2012

De lo que habla. Luis Cernuda.

“Tomas un libro, Mas piensas
Que has leído demasiado
Con los ojos,
Y a tus años la lectura
Mejor es recuerdo de unos
Libros viejos,
Pero con nuevo sentido.”
Fragmento de Nocturno Yanqui. De Luis Cernuda en Con las horas contadas.
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