lunes, 24 de septiembre de 2012

SUPERMÁN. Por Bertha C Ramos.


La primera vez que Dieguito pudo ponerse un disfraz ya había cumplido siete años, porque desde el día en que vino al mundo su madre hizo un juramento: mientras estuviera viva, no aceptaría de ningún modo que él perdiera la noción de realidad.
-La realidad es escueta, le decía, -jamás está rebordada de lentejuelas.
Pero en aquellos carnavales que sucedieron a su cumpleaños número siete, Dieguito estuvo tan enfadado pidiendo que lo vistieran de Supermán, que de nada le valieron a su madre los engaños ni la infinitud de ofertas que le hizo a cambio de no dejar de ser Dieguito, porque él se negó a comer y a cepillarse los dientes en señal de rebelión. Por mucho que se esforzó no pudo tranquilizarlo ni mostrándole una copia del registro de nacimiento que enseñaba el nombre de su padre, así que debió comprarle el traje de Supermán. Dieguito se lo puso de inmediato y lo hizo ver tan específico, según dijo su mamá, que desde entonces es Dieguito únicamente en los cuatro días de carnaval. Durante el resto del año se viste de superhéroe, aunque está próximo a cumplir los treinta y ocho. Se rumora que a lo largo de la vida le han hecho tantos vestidos de Supermán, que cuelgan hasta en los rieles de las cortinas de la sala; y que cuando él se recuesta en el sofá a mirar televisión, ella pasa y lo observa satisfecha por el rabillo del ojo porque luce autoritario. Sobre todo, si se duerme arrebujado con la capa. Lo cierto es que cuando vuelve a vestirse de Dieguito los cuatro días del carnaval, Dieguito se mortifica enormemente y pierde el juicio y se enfurece con su madre sin un motivo aparente. 
cuentosdeBCRamos.
Fotografía: Dieguito, de Ana Milena Londoño. 

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