La primera vez
que Dieguito pudo ponerse un disfraz ya había cumplido siete años, porque desde
el día en que vino al mundo su madre hizo un juramento: mientras estuviera
viva, no aceptaría de ningún modo que él perdiera la noción de realidad.
-La realidad es
escueta, le decía, -jamás está rebordada de lentejuelas.
Pero en
aquellos carnavales que sucedieron a su cumpleaños número siete, Dieguito
estuvo tan enfadado pidiendo que lo vistieran de Supermán, que de nada le
valieron a su madre los engaños ni la infinitud de ofertas que le hizo a cambio
de no dejar de ser Dieguito, porque él se negó a comer y a cepillarse los
dientes en señal de rebelión. Por mucho que se esforzó no pudo tranquilizarlo
ni mostrándole una copia del registro de nacimiento que enseñaba el nombre de
su padre, así que debió comprarle el traje de Supermán. Dieguito se lo puso de
inmediato y lo hizo ver tan específico, según dijo su mamá, que desde entonces es
Dieguito únicamente en los cuatro días de carnaval. Durante el resto del año se
viste de superhéroe, aunque está próximo a cumplir los treinta y ocho. Se rumora
que a lo largo de la vida le han hecho tantos vestidos de Supermán, que cuelgan
hasta en los rieles de las cortinas de la sala; y que cuando él se recuesta en
el sofá a mirar televisión, ella pasa y lo observa satisfecha por el rabillo
del ojo porque luce autoritario. Sobre todo, si se duerme arrebujado con la
capa. Lo cierto es que cuando vuelve a vestirse de Dieguito los cuatro días del
carnaval, Dieguito se mortifica enormemente y pierde el juicio y se enfurece
con su madre sin un motivo aparente.
cuentosdeBCRamos.
Fotografía: Dieguito, de Ana Milena Londoño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario