martes, 29 de enero de 2013

SOBREVENIDO DIABLO. Bertha C Ramos..


Estaba predestinado. Poco después de haber nacido se lo entregaron a su madre, y ella lo llamó Querubín al tiempo que dibujaba con tinta roja en sus pañales una letra Q de estilo gótico. Fue arisco desde que estaba en el vientre y pobre de espíritu desde que nació, hasta el punto de mostrar indiferencia por la teta. Preocupada, su mamá comenzó a vestirlo con camisitas de tela estampada con frutas, por si le daba hambre comiera de ellas. Apenas él tuvo dientes así lo hizo, y se comía toda la ropa. Pasó su primera infancia jugando debajo de las anchas faldas que se ponía su mamá, y calmaba el hambre deshilachándole las enaguas y comiéndose los hilos como si fueran espaguetis. Ahí se masturbó por primera vez y su mamá estuvo complacida de que lo hubiera hecho en casa, y no como los chicos del barrio que lo hacían en la línea férrea amparados por el ruido de los trenes y las sirenas de las ambulancias. Allí también aprendió a bailar abrazado a las piernas de ella, que jamás estaba quieta. Cuando la lluvia caía durante meses, la mamá le pasaba por debajo del pollerín un tomo de la Enciclopedia Británica y los binóculos del abuelo para que Querubín no estuviera melancólico, él agradecía con ocasionales gritos de alegría. Ya estaba cercano a la mayoría de edad, cuando su mamá decidió seguir la moda de vestir pantalones, entonces fue natural verlo salir de ahí con esa piel translúcida que tienen los ángeles y el fino porte de los caballeros medievales. Que él saliera a la calle fue cuestión de horas. Errático y maravillado caminó hasta encontrar una puerta entreabierta desde donde se veía una mujer. Acto seguido entró y al instante repudió su apodo.

cuentosdeBCRamos, del libro Palabras Pesadas.

Madre e hijo, de Egon Schiele.

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