Viudo vivió la muerte de Mujer con la misma decepción con que vivía las
derrotas de su equipo en la final del campeonato de fútbol. Estuvo apático y
distante. Cero palabras. Cero alimentos. Cero sexo manual. Escasamente las
sistemáticas entradas al baño que su próstata demandaba. Quienes no
conocieron a Viudo antes de viudo, hubieran podido creer que también
moriría, pero quienes sabían de su espíritu pagano y su fascinación por la
naturaleza de los cuervos y los alacranes, comprendían su riguroso luto y su
mirada desesperada.
Mujer, por el contrario, ya no sabría nunca más nada de nada. Ni de historias
o histerias. Ni de penes o penas. Ni de rutas o putas. Ni de sones o rones. Ni
de suertes o muertes. No sería testigo de cuánto disfrutaría Viudo después de
haber quedado viudo. Esa era precisamente la razón por la que Viudo vivió la
muerte de Mujer con la misma decepción con que vivía las derrotas de su
equipo en la final del campeonato de fútbol.
Egon Schiele. Autorretrato pellizcándome la mejilla.
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