Una y Otra, a
pesar de ser distintas, se hicieron grandes amigas. A Una le gusta merodear por
las peluquerías y los puestos de revistas, y a Otra por los sardineles anchos y
las charcuterías. Una vive llena de preguntas y ganchitos de Hello Kitty, Otra
de respuestas y catálogos de maquinaria pesada.
Cuando Una se
divorció Otra también pidió el divorcio, y se iban a contemplar el amanecer
bebiendo vino y hablando de feminismo. Como si hubieran resucitado y el mundo les
perteneciera. Escribieron largas listas de todo lo que dejaron cuando
estuvieron casadas, aunque terminaban siempre recordando las virtudes de un
buen contrato nupcial y glorificando los atributos masculinos. Con ganas de enamorarse,
como si hubieran estado destinadas a juntarse Unos con Otros. Dos mujeres. Dos
amigas. Como dos cometas sueltas. Como dados en el aire. Sustantivo y adjetivo.
Así estuvieron
las cosas hasta la tarde invernal en que Una recibió rosas doradas de quien fuera
su marido. Fue por causa del dorado tan dorado en medio de aquel día gris, que
Una se reconcilió con él. Otra le dejó de hablar. Jamás pudieron volver a ser grandes
amigas.
CuentosdeBCRamos.
Rafael
Zabaleta, Las dos mujeres..
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