A María Fernanda Carvajal
Todos hemos apacentado
rebaños de sueños truncos.
Todos hemos caído.
Pero quien fue
apenas temblor
ante la inminencia del goce
o sintió la garganta apretada
y los ojos líquidos
viendo
cómo sus padres envejecían,
comprenderá cuánto hay de humano
en una piedra
-una piedra digna
plantada en la mitad de sí mismo.
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