Nena Aristizábal es
una mujer de convicciones ordinarias e ideas extraordinarias, capaz de trepar
las empinadas laderas del Himalaya agarrada de las uñas. El día de su
cumpleaños le enviaron un obsequio envuelto en papel dorado, Nena lo abrió con
la pulcritud de un entomólogo. Aunque era un magnífico pañolón de seda púrpura,
lo que a ella la sedujo fue la gracia del papel. Lo dobló a manera de sobre e
introdujo en él sus llaves, sus laminillas de polvo de arroz, sus anteojos, la
cédula y el frasco de antidepresivos. Enseguida se lo acomodó debajo del
antebrazo y salió a la calle diciendo que era la cartera más lujosa y liviana
que jamás había tenido. Se veía tan regia con su bolsa dorada y su amor propio
reverberantes bajo el sol del trópico, que se pusieron de moda las carteras
fabricadas con pliegos de papel brillante; además, rescató la aristocrática
forma de llevarlas en que el codo va plegado a quince grados. Fue entonces
cuando Nena Aristizábal se cansó de tanta farsa, cualquier día sacó
cuidadosamente de la bolsita dorada sus llaves, sus laminillas de polvo de
arroz, sus anteojos, la cédula y el frasco de antidepresivos, e hizo con ella
una bolita que tiró sin pena a un basurero. Entonces se pusieron de moda las
carteras desechables.
cuentosdeBCRamos. Del libro Palabras Pesadas.
Obra de A. Modigliani.
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