domingo, 17 de marzo de 2013

ANARQUÍA. Bertha C Ramos.


En la Torre de Pompeya vivió un miembro de las fuerzas militares que tenía por costumbre entretenerse con el caos que generaban sus prédicas populistas. Adornaba sus discursos con palabras incendiarias; las ponía discretamente en diagonal, invertidas, paralelas, verticales y cruzadas. Y el pueblo, que tiene debilidad por los eufemismos y por resolver sopas de letras, había tomado por costumbre descifrarlas con el fin de demostrar su coeficiente intelectual. Los empleados del sector público, presumiendo de sagaces, afirmaban encontrar frases completas que ni al mismo comandante se le hubieran ocurrido, pero que le atribuían a su visión de estadista. Los notables industriales se abstenían de intervenir abiertamente por temor a ser borrados de la lista de contratistas del Estado. El sector educativo juzgaba que se trataba de arengas improvisadas y, por tanto, excusaba los errores de ortografía y los vulgarismos. Entretanto, el pueblo se limitaba a resumir las extensas peroratas en cortas frases memorables queriendo inmortalizar al intrépido militar que habrían querido que fuera su papá o, por lo menos, su padrastro. Lo que nadie pudo nunca sospechar era el proceso fisiológico a que apelaba el comandante bajo el chorro de la ducha, con el cual se motivaba diariamente a preparar sus discursos.
cuentosdeBCRamos
Entrada de Cristo en Bruselas, James Ensor.

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