Una
cara larga es una cosa que se estira porque se le van pegando pedacitos de
sucesos. Es el caso de Manuel. La tiene tan larga y seria que la brisa
juguetona de febrero no le arrima, y, como Manuel es moreno, parece que
sostuviera sobre el cuello un enorme pedazo de cartón corrugado. Y no se trata
de que sea malgeniado, ni de que tenga el semblante distintivo de los brutos;
Manuel, como todo hombre, se precia de inteligente y consigue elaborar buenas
ideas valiéndose de teorías macroeconómicas. Lo que sucede es que su esposa
tiene dones de poetisa, y cada vez que abre la boca dice frases tan certeras
que Manuel se queda mudo. Un Miércoles de Ceniza estaban en la oficina de
correo comprando unas estampillas; a Manuel que, por prudencia, cuando va con
su mujer trata de pasar inadvertido, se le ocurrió condolerse de la suerte de
Galileo Galilei. La poetisa lo miró con extrañeza, le sobó repetidas veces la
cabeza y le dijo: “Importa un carajo si la que gira es la Tierra o el que se
mueve es el sol, mientras la mamá de uno haya sido una mujer decente. Y la mamá
de Galileo sí lo fue”. Tras haber dicho esto, lo tomó firmemente de la mano y lo
sacó de la oficina postal. En el barrio los vieron llegar juntitos, la poetisa
iba enfrascada en un discurso interminable y Manuel saludaba a todo el mundo
con finura y cara larga, se diría que muchísimo más larga.
Del libro Palabras Pesadas.
Del libro Palabras Pesadas.
El Miedo, de Oswaldo Guayasamín
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