Entonces,
para qué la
tarde
sino para
fatigar el olvido,
para huir un
poco de la antigua soledad del día
hacia la
noche,
para oír de
los patios, de las calles, de la lluvia,
y entregarnos
un poco
a la medio
adivinada melodía
que nos dice
lo que somos y nos dicta
un epitafio
compuesto por secretas palabras.
Para qué la
tarde
repetimos
sino para un
vago asombro de la luz,
de los
espejos, para un vago asombro
que anula los
presagios de la noche,
para los
cuartos de hotel y la llegada de los trenes.
Para qué la
tarde
sino para los
retratos de hace años
para la
envenenada gota del tiempo
suspendida sobre
nuestra
inocencia?
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