Hombre era
hombre solitario y de franca voluntad por invasiones y victorias. No era
casualidad su desarraigo, era una predestinación y un camino sangriento. Ella
lo había estado esperando a pesar de otros hombres y otros penes (a veces usaba
palabras más sonoras, respaldadas por variables sonrisas). El encuentro fue
perfecto. El mes, el día y la hora concibieron la coincidencia mientras
cruzaban un puente. Perfecta fue la soledad que transpiraban en el sopor del
verano. Perfecto el olor del río, y la luna, una pestaña. Perfecto el acoplamiento
entre sus palabras y sus silencios. No hubo necesidad de galanteos ni
reverencias ni de halagos. Hombre supo que conocía de antemano sus metas, sus
intenciones y sus femeninas vértebras lumbares. También su modo de cosechar
albaricoques. Mujer supo de sus ruinas, su lengua aterciopelada y su masculino
miedo a los cañones en la espalda También de su juramento de profanar todo
escudo. Habrían seguido de largo si no hubieran entendido, en ese instante, que
un corazón es un símbolo primordial y amor la primera palabra gruesa que
pronunció la especie. Por eso se detuvieron esa noche. Al alba se despidieron
prestos por una razón insignificante: hombre
soñaba con demasiadas búsquedas y mujer con pocos encuentros.
cuentosdeBCRamos.
Fotografía BerthaCRamos. Maumere, Indonesia.
Fotografía BerthaCRamos. Maumere, Indonesia.
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