viernes, 5 de junio de 2020

ZETA Y EQUIS. Bertha C Ramos.




Zeta y Equis se casaron porque a ambos les gustaba el arroz con leche. Zeta se puso un traje de hilos dorados y diadema al estilo Diana Spencer. A Equis le pareció que era apropiado vestirse como un cochero, anchas las mangas, alto y cilíndrico el sombrero, aunque se advertía que era el novio porque Zeta le mal puso sobre el pecho, a última hora, un cachito de muérdago que arrancó de su ramo extravagante. Zeta y Equis hicieron un matrimonio convencional. Se llenaron de cacharros, de rutinas y de hijos. De vez en cuando hacían cosas raras, como si se resistieran a vivir corrientemente, sobre todo, cuando cambiaban las estaciones, o la luna. Durante una primavera se tatuaron en la espalda sotas de copa y la palabra Forever. En un verano tormentoso -por largo y abrasador- se largaron felices a una playa nudista, fumaron marihuana hasta que las estrías de la gente que estaba tomando el sol comenzaron a gritar, y se fueron agobiados ante tanta algarabía. Una vez, en medio de un otoño aplastante, Equis le regaló a Zeta una especie de trineo de tres ruedas de látex y diez perros siberianos en el que salían por las autopistas, aunque el frío les quemara las orejas y los perros se pusieran a ladrar frenéticamente por la velocidad de las tractomulas. Un invierno se les ocurrió escalar el Himalaya y quedaron atrapados en la tercera estación. Estuvieron cara a cara confinados en la carpa, enterrados en la nieve, excesivamente solos. En una hora oscura, imposible de reconocer si diurna o no, a Zeta se le antojó un helado de vainilla. Equis, que era un extremista, le dijo que estaba loca. Zeta le respondió que, si sobrevivían, se tatuaría en la frente la palabra Sometimes.
Del libro Palabras Pesadas
Fotografía BerthaCRamos. San Telmo, Buenos Aires.

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