Bajo el sol de un mediodía de domingo, cuando en la
playa sucede una fusión de resplandores, cuatro niñitas estaban echadas sobre
la arena mientras miraban el mar. Soportaban la canícula formulando sus deseos
y chupando un pirulí. Ana Rosa quería ser misionera franciscana, Josefina
contemplaba la osadía de besarse con un negro, y Marianela, que era miope,
deseaba una colección de gafas multicolores para ver con claridad aquello que
sucediera en la línea del horizonte. Catalina no sabía de deseos, de manera que
ella estaba ensimismada imitando la tonada de las olas al reventar en la arena.
Fue entonces cuando habló el mar sorpresivamente. Y así como hablan los
hombres, con total autoritarismo, les juró que él tenía poder para conseguir
que sus caprichos se cumplieran.
Ana Rosa, Josefina y Marianela se casaron hace
años, y permanecen encerradas por haber desarrollado una reacción casi mortal a
los crustáceos, camarones y moluscos, a cangrejos, calamares, ostras, vieiras y
centollas. Catalina vuelve los domingos a la playa, y bajo el sol del mediodía,
cuando ocurre una fusión de resplandores, se acuesta sobre la arena soportando la
canícula mientras chupa un pirulí lúbricamente.
Paul Émile Chabas, Dos Bañistas.
cuentosdeBCRamos,
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