MUJER CORRIENTE QUE AMA A
UN HOMBRE BEBEDOR
Una mujer corriente, de esas que se pintan las uñas de las manos y los
pies con el mismo color de esmalte, llevaba años conviviendo con un hombre bebedor
de aquellos que cuando beben se transforman en Atila. La mujer pensó muchas
veces en llevar a cabo una siniestra estrategia para lograr que se largara y librarse
de esa suerte de barbarie doméstica, pero como era una mujer corriente consideraba
imprescindible que su casa oliera a hombre para ahuyentar a los rateros, sobre
todo, porque el tufo de homicida que arrojaba su marido le garantizaba protección.
Como era una mujer corriente de esas que no saben hacer chistes pero
causan mucha risa, de ese tipo de mujeres que se cambian diariamente los aretes
y las gafas de sol, la víspera de un Año Nuevo, y tratando de persuadirlo de
que cambiara, pegó sobre la puerta de la nevera una listita con los diez
mandamientos de la ley de Dios:
Amarás a Dios sobre todas las cosas.
No tomarás el Nombre de Dios en vano.
Santificarás las fiestas.
Honrarás a tu padre y a tu madre.
No matarás.
No cometerás actos impuros.
No robarás.
No dirás falso testimonio ni mentirás.
No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
No codiciarás los bienes ajenos.
Sigiloso, el hombre dejó la casa apenas rayando el sol del nuevo año, no sin antes añadir en letra de imprenta una notita: Ahí no dice “No beberás”
Lo que más ha celebrado la mujer, ahora que ha pasado el tiempo, es que jamás han entrado los rateros.
Fotografía: Bertha C Ramos. Mujer de brillos.
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