HOMBRE MUERTO Y MUJER VIVA
Podría llamarse un acuerdo la manera en que conviven Hombre Muerto y Mujer Viva desde que ella fue aclarando sus ideas sobre la sexualidad. Ahora que tiene certeza de que su hombre está muerto, y ella cada día más viva, han dejado de importarle filósofos, terapeutas, políticos, religiosos o científicos, y prefiere a los tipos ordinarios que saben llamarle pan al pan, y a la vagina, chucha. Tan segura está hoy en día de su plenitud sensual, que cuando va por la calle parece una mezcladora de concreto, y le tiemblan los tacones al pasar por obras en construcción y sentir el almizcle que segregan los obreros. Mujer Viva ha confesado –les sucede a las mujeres- que le sudan las axilas cuando admiran sus pulgares o la concha de su oreja, y que en los últimos tiempos le deslumbra la potencia de las voces masculinas porque Hombre Muerto no tendría ese vigor ni para cantar los goles de su equipo.
Sucede que, en meses como diciembre, Mujer Viva siente nostalgia por tonterías; la entristecen los ronquidos de Hombre Muerto, las hojas de las acacias dispersas sobre el andén, las crisálidas, los fuegos artificiales y los burros.
Fotografía: Bertha C Ramos. El canto inerte.
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