Septiembre 27. Aeropuerto Internacional de Dubái. El encuentro con Dubái fue cálido y nocturno, el escenario de la llegada, impresionante.
Aún llegada la noche y comenzado a refrescarse, la ciudad está cubierta con un manto abrigadito. A finales de septiembre las altísimas temperaturas del verano han comenzado a ceder, pero el calor es intenso y permanente.
Llegamos al distrito de Marina, donde estaban aguardándonos el reposo y el amor.
Por las noches Dubái muestra su faceta más futurista en las torres de elaborados diseños y en sus pulcras autopistas
Arribamos a Dubái Marina, un distrito residencial construido alrededor de un extenso malecón donde abundan restaurantes y cafeterías que, desde sus amplias terrazas, invitan a disfrutar y a relajarse.
Llegó nuevamente el día, y salimos a explorar
El sol permanece inmóvil y ardiente durante la jornada diurna, sin embargo, Dubái está preparada.
La actividad al aire libre se limita a horas tempranas y cuando las tardes traen un poco de frescor, la vida vuelve a las calles.
Entre tanto, todo ocurre en los espacios cerrados y cubiertos, y el calor del mediodía es propiedad de los turistas tanto en playas como en piscinas.
La base de Cayan Tower, un rascacielos de apartamentos cuyos 306 pisos giran con elegancia en el espacio
Una metrópoli en la que prima una mezcla cultural producto de la inmigración de indios, rusos, africanos y chinos, en cuya estética, y gastronomía, está la huella del medio Oriente
Marina Mosque, la mezquita de Marina. Su fachada se levanta sobre las aguas que bordean el paseo marítimo que recorre el distrito de Marina.
En un rincón de Dubái Marina Mall
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