LA
MUECA
Mi
sonrisa y yo tuvimos siempre una compleja relación de madre e hija. Ella era hábil,
cautelosa, excluyente, cerebral, pero totalmente sumisa. Su esporádica
presencia obedecía únicamente a mis mayores y contadas alegrías, y su
permanente ausencia refrendaba la infinita dimensión de mis dolores. Hasta que
se rebeló. Sucedió sin darme cuenta, como sobreviene el miedo. Un día
cualquiera, en la plenitud de mi adultez, sentí que afloró en mi rostro sin mi anuencia.
Convencida, convincente, saltó impúdica a mi boca frente a un hombre que vendía
pescado fresco y lo sedujo ataviada con el velo de un leve estremecimiento, una
mueca encubridora que selló su redención. Desde entonces, cada vez que le
provoca ese rictus se estaciona en la fachada de mi cara con aquella autoridad que
derrocha en la terraza un mecedor cuando aprieta el calor de mediodía. No dejo
de maldecirla, de sentirla repulsiva, insidiosa, de llamarla prostituta, sinvergüenza,
pero mientras ella es más desobediente, más sonrío.
cuentosdeBCRamos. De Relatos de terceros en primera.
Dibujo de Federico García Lorca. Rostro en forma de corazón.
Bienvenida tu nueva serie de cuentos breves y que bueno que los abra una sonrisa....
ResponderEliminarEsperemos a ver que me permite el fantasma. Gracias. ¿Margaritas pronto?
ResponderEliminarES una sonrisa pescadora, je je.
ResponderEliminarFelicidades, Bertica. Los cuentos breves son para genios pues en pocas palabras debes aplastar al lector, y tu lo haces bien
Saludos
Gracias y saludo.
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