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martes, 13 de septiembre de 2022

BERTHA C RAMOS. HOMBRE SOÑADOR Y MUJER REALISTA


HOMBRE SOÑADOR Y MUJER REALISTA

 

Hombre Soñador es de esos pocos hombres que con arranques creativos viven al margen de certezas. Uno de ellos lo tenía embelesado. Con el índice derecho había trazado una línea que salía de la buhardilla de su casa, atravesaba la Vía Láctea y regresaba hasta el sillón de la terraza donde, al alba, se tomaba el primer tinto.  Al cabo de largos años de metódica insistencia consiguió que su innovadora línea resplandeciera en Internet. La llamó Autopista Intergaláctica de Escape, y para restarle complejidad la registró con la sigla AIE en la versión web de Google Maps. Mujer Realista, su mujer, es doctora en lógica pura y por más que Hombre Soñador le enseñaba con orgullo la estela resplandeciente de la AIE en el ciberespacio, o en el firmamento real, ella respondía altanera que lo único visible eran los marcos de la ventana de la buhardilla o de la barra de búsquedas de Google.  Oyéndolo divulgar tanto disparate Mujer Realista quería gritarle a Hombre Soñador que un espécimen masculino no debería perder el tiempo en banalidades como no sea para ejercer su derecho ocasional a rascarse los testículos; pero fue todavía más cruel, le buscó oficio. Le fue imponiendo las labores de la casa que nunca quieren hacer ni las mujeres sin oficio, de tal forma que Hombre Soñador las realizaba con diligencia y luego se concentraba en demostrar la utilidad de los postulados de su proyecto.

Una noche Mujer Realista lo encontró mirando al cielo en la terraza, extraviado entre los atajos imprecisos de la AIE y le asaltó esa mezquindad que atormenta a las mujeres que conviven con un vago. Lo apremió a que regresara, y en vista de que Hombre Soñador no parecía estar dispuesto a hacerle caso, Mujer Realista trajo del baño su tijerita de esquilar el vello púbico, y, simulando que en el espacio sideral era tan cierta como afirmaba Google Maps, cortó la brillante línea de un solo tajo.

 

    --Pon los pies sobre la tierra –dijo con su voz de fumadora empedernida. 

 

Por un momento Hombre Soñador pareció molestarse, pero cerró los ojos y respiró profundamente.  Dice Mujer Realista que contó hasta diez y la miró con compasión. Seguidamente se acercó hasta la ventana, subió con calma a su orilla y con solo dar cuatro pasos lo vio cuando se adentraba en la Autopista Intergaláctica de Escape. Unos metros adelante se dio vuelta y habló acerca de unos púlsares del sistema de posicionamiento galáctico.

 

   --Es el punto donde estaré en el año 3009, añadió. Lo dijo con determinación, pero le dio información errada, por si acaso.

 

Mujer Realista permaneció cavilosa en el sillón de la terraza. Al alba pudo verlo a contraluz cuando pasó cerca de Venus y se detuvo a remendar la fractura de la línea. No bien la compuso, Hombre Soñador se limpió las manos en el pantalón de dril, y prosiguió con ligereza. Estaba eufórico y despidió a Mujer Realista levantando con entusiasmo los dedos índice y corazón. Un gesto tan elemental y tan ambiguo que en la historia de la humanidad ha sido al mismo tiempo señal de resistencia y emblema de un movimiento pacifista.  


De Hombre Macho y Mujer Hembra con cierta dificultad para entenderse.

Fotografía: Bertha C Ramos. Nara, Japón.

 

lunes, 3 de mayo de 2021

REYEZUELOS. Bertha C Ramos.

REYEZUELOS

En la Edad Media, en la región del Franco Condado de Borgoña, existió, según se dice, una aldea feudal donde burgueses, artesanos, sirvientes y campesinos, tenían ínfulas de reyes. De reyezuelos privilegiados, soberanillos mentecatos de los que se sienten dueños de la verdad y miran a los demás con desprecio. Así las cosas, consideraban al Conde como si fuera un estúpido, pese a las grandes habilidades con que, como buen señor feudal, había sabido entretejer la mórbida redecilla que unía a nobles y vasallos en un sistema político como el feudalismo. La aldea no tardó en desaparecer, y con ella, la totalidad de sus habitantes.

En el siglo XXI, en uno de los ramales de la Cordillera de los Andes que se toman el norte de Suramérica, en el altiplano cundiboyacense, a una brillante estudiosa del pensamiento filosófico llamada Josefina Carson, Doctora en Sociología de la Universidad de Oxford, Magíster en Derechos Humanos de la London School of Economics, y prestigiosa abogada de la Universidad Estatal, esa conmovedora historia de barbarie medieval tan solo le hizo recordar a su familia.

Fotografía: Bertha C Ramos. Retrato de familia. Hampi, India. 


 

lunes, 26 de abril de 2021

VÍCTIMA Y VICTIMARIO. Bertha C. Ramos.

 

VÍCTIMA Y VICTIMARIO

Desde mi confinamiento, durante los días de la peste, vi a un hombre que rara vez salía al balcón. Su figura relucía bajo el sol abrasador. Alto y bello, vestía una camisa roja y pantalones deportivos. Desde mi propio presidio, sentí el olor almizclado de los hombres ambiciosos. Tenía semblante de víctima. Sin mando. Sin oficios. Sin placeres. Parecía desorientado. A lo lejos, aullaban las ambulancias en la ciudad de la gozadera.

Durante el tiempo de la peste, desde mi confinamiento, al cabo de varios meses lo vi sacar una escoba. Barrer una y otra vez el metro y medio cuadrado donde esperaba las noches sentado en un mecedor. Lo vi limpiar la baranda. Lo vi enjabonar los vidrios y luego tirarles agua. Lo vi regar las bifloras. Lo vi chatear y reírse. Lo vi sacudir la mesa donde se bebía el café a las cuatro de la tarde. A gritos, los pobres pedían auxilio en las calles desoladas de la ciudad de la petulancia.

Desde mi confinamiento, durante los días de la peste, vi a un hombre que habitaba en un balcón. Alto y bello, vestía una camisa roja y pantalones deportivos e intentaba hacerle frente a la pandemia con quehaceres femeninos. Tenía la seguridad de un victimario. Parecía un hombre feliz. A lo lejos, retumbaban las tamboras en la ciudad de la pesadumbre.

Ilustración: Victima y victimario. Bertha C Ramos.   

jueves, 10 de diciembre de 2020

EL TIMBRE. Bertha C Ramos.


EL TIMBRE

Estando recién casada y sintiéndose entusiasmada ante la idea de que los antiguos griegos llamaran al clítoris “ninfa”, Mujer Hembra le propuso a Hombre Macho que a ese vertiginoso botoncito semejante a la flor del matarratón, en el jolgorio de la intimidad lo llamaran el timbre. De ahí que en los largos años de convivencia la idea de poner a andar el dispositivo que abría las puertas del placer sexual ejerció un papel trascendental en la cotidianidad de la pareja, y su alusión se prestó a toda suerte de metáforas y de símiles, pero, sobre todo, condujo festivamente a incontables goces recoletos. Fue después de atravesar la menopausia, una noche en que Hombre Macho escuchaba la melancólica melodía de la Sonata para piano n.º 14, que de golpe Mujer Hembra comprendió la magnitud de los inventos de Benjamin Franklin y Thomas Alva Edison.

Fotografía: Bertha C Ramos. La fruta del árbol de ackee. 

martes, 1 de diciembre de 2020

DEICIDIO. Bertha C Ramos.

 


DEICIDIO

Se encontraba Diego Armando Maradona, tras su muerte, a la diestra de Dios Padre. Después de haber alabado sus profusas aspiraciones, su inteligencia de juego, su omnipotente voluntad, sus infalibles disparos, su cabello ensortijado y su dominio del balón, Dios Padre lo convidó a que realizara un acto penitencial para obtener el perdón por haber sido soberbio. Estaban en eso, arropados en santidad bajo la acción de la gracia, cuando oyeron el revuelo que causó en toda la tierra que sectores conservadores tildaran a Diego Armando de haberse erigido en ídolo teniendo los pies de barro. 

Maradona, a quien el coloquio sacro le había hecho comprender el concepto de pecado y empezaba a mascullar el acto de contrición, reaccionó furiosamente; y mirándose los pies, y manoteando sobre el hombro de Dios Padre, le dijo: Boludo, ¡es que el pecador sos vos!

Fotografía: Bertha C Ramos. Catedral de Santa Catarina, Goa, India.

domingo, 29 de noviembre de 2020

MUJER CORRIENTE QUE AMA A UN HOMBRE BEBEDOR. Bertha C Ramos.


 

MUJER CORRIENTE QUE AMA A UN HOMBRE BEBEDOR

Una mujer corriente, de esas que se pintan las uñas de las manos y los pies con el mismo color de esmalte, llevaba años conviviendo con un hombre bebedor de aquellos que cuando beben se transforman en Atila. La mujer pensó muchas veces en llevar a cabo una siniestra estrategia para lograr que se largara y librarse de esa suerte de barbarie doméstica, pero como era una mujer corriente consideraba imprescindible que su casa oliera a hombre para ahuyentar a los rateros, sobre todo, porque el tufo de homicida que arrojaba su marido le garantizaba protección.

Como era una mujer corriente de esas que no saben hacer chistes pero causan mucha risa, de ese tipo de mujeres que se cambian diariamente los aretes y las gafas de sol, la víspera de un Año Nuevo, y tratando de persuadirlo de que cambiara, pegó sobre la puerta de la nevera una listita con los diez mandamientos de la ley de Dios:

Amarás a Dios sobre todas las cosas.

No tomarás el Nombre de Dios en vano.

Santificarás las fiestas.

Honrarás a tu padre y a tu madre.

No matarás.

No cometerás actos impuros.

No robarás.

No dirás falso testimonio ni mentirás.

No consentirás pensamientos ni deseos impuros.

No codiciarás los bienes ajenos.

Sigiloso, el hombre dejó la casa apenas rayando el sol del nuevo año, no sin antes añadir en letra de imprenta una notita: Ahí no dice “No beberás”

Lo que más ha celebrado la mujer, ahora que ha pasado el tiempo, es que jamás han entrado los rateros.

Fotografía: Bertha C Ramos. Mujer de brillos. 

viernes, 27 de noviembre de 2020

HOMBRE MUERTO Y MUJER VIVA. Bertha C. Ramos.


 HOMBRE MUERTO Y MUJER VIVA

Podría llamarse un acuerdo la manera en que conviven Hombre Muerto y Mujer Viva desde que ella fue aclarando sus ideas sobre la sexualidad. Ahora que tiene certeza de que su hombre está muerto, y ella cada día más viva, han dejado de importarle filósofos, terapeutas, políticos, religiosos o científicos, y prefiere a los tipos ordinarios que saben llamarle pan al pan, y a la vagina, chucha. Tan segura está hoy en día de su plenitud sensual, que cuando va por la calle parece una mezcladora de concreto, y le tiemblan los tacones al pasar por obras en construcción y sentir el almizcle que segregan los obreros. Mujer Viva ha confesado –les sucede a las mujeres- que le sudan las axilas cuando admiran sus pulgares o la concha de su oreja, y que en los últimos tiempos le deslumbra la potencia de las voces masculinas porque Hombre Muerto no tendría ese vigor ni para cantar los goles de su equipo.
Sucede que, en meses como diciembre, Mujer Viva siente nostalgia por tonterías; la entristecen los ronquidos de Hombre Muerto, las hojas de las acacias dispersas sobre el andén, las crisálidas, los fuegos artificiales y los burros.

Fotografía: Bertha C Ramos. El canto inerte. 

lunes, 23 de noviembre de 2020

ACCIÓN DE GRACIAS. Bertha C Ramos.

 


ACCIÓN DE GRACIAS

En el centro de la puerta de su casa un hombre pintó la Rosa de Lutero, blanca, discretamente pentagonal, y depositaria del corazón que conteniendo una cruz proclama la salvación por la fe en Cristo. Con esto el hombre advertía a sus vecinos cuales eran sus creencias. Él no tenía obligación de realizar buenas obras, o de ofrecerse a mover la vieja silla de ruedas en que padecía su madre, o ayudar en los bazares en pro de damnificados que hacían en el vecindario. Todo lo que le importaba, fuera de aumentar su fe para conseguir la gracia, era la reproducción de sus pericos australianos. Quizá por esta razón comenzaron a ignorarlo y no volvieron a meter por debajo de su puerta la estampita que anualmente le dejaban con la imagen del San Francisco de Asís en éxtasis, de Caravaggio, ni volantes invitando a reelegir al delincuente presidente, ni ofertas de sushi criollo o de pizzas de mondongo, ni facturas de paquetes de pospago o propuestas indecentes de prepago. Como si la casa no existiera.

Cualquier día murió la madre y el luterano la enterró rápidamente en compañía del sepulturero. No hubo sobre el cajón ni una ínfima corona, pero se sentía en el barrio cierto espíritu de duelo. Cuando el hombre regresó del cementerio se detuvo en una tienda a beberse unas cervezas con la mortificación con que suelen embriagarse los devotos, aunque al cabo de unas horas recobró su petulancia para gritar a viva voz que en el día de Acción de Gracias celebraría por lo importante: del último apareamiento de pericos australianos habían nacido pichones con pico tornasolado. Hacía frío y las cortinas de las casas cabeceaban con la brisa, como si fueran cometas.

Fotografía: Bertha C Ramos. Las Cañitas, Buenos Aires.

sábado, 21 de noviembre de 2020

MUJER HEMBRA. Bertha C Ramos.

 


MUJER HEMBRA 

Mujer Hembra supo que era una mujer desde el mismo instante en que vio al primer hombre. No había designios ni ordenamientos, no había encimas, ni adentros, ni debajos, pero ella ya sabía que una grieta en un costado había sido el punto cero de su plano cartesiano, y que una grieta entre las piernas le significaba el infinito. Era una mujer neutral antes que existieran bueno y malo, y tenía tan claro que yuntas, bueyes, azadones y martillos no eran su propósito, como que las telarañas, las semillas y las hojas amontonadas en el piso sí lo eran. La puntualidad disipaba su temor al tiempo, y las madrugadas su contrariedad por los finales. Salvo pequeñas inconsistencias en el cuerpo, y enormes contradicciones en el espíritu, Mujer Hembra era una copia de Hombre Macho, sin embargo, la semejanza era tolerable respecto a tener veinte dedos, pero injusta en cuanto a la tenencia de una sola lengua. Como se sabía mujer usaba poderosamente la primera persona del plural recalcándola con un giro de su dedo índice. También conocía de ayeres aunque no lo revelaba porque en ellos radicaba su futuro, como tampoco hablaba de frutas porque en ellas fraguaba sus emboscadas.

Mujer Hembra supo que era una mujer desde el mismo instante en que vio al primer hombre. De ahí que pronto comenzara a desear cosas insólitas como un hijo, un apellido ajeno y quince centímetros adicionales de carne con propiedades divinas. Por eso entendió de adioses, de labiales humectantes y de trueques. Y aprendió a mofarse secretamente de Hombre Macho.

Fotografía: Bertha C Ramos. San Telmo, Buenos Aires.

jueves, 19 de noviembre de 2020

MARCIANAS. Bertha C. Ramos.

 


MARCIANAS

A Marte, a una colonia de estrato cinco ubicada a los pies del Monte Olimpo, llegó un cirujano plástico proveniente de la Tierra. Marcianas no habían estado interesadas en política o belleza, en teología o literatura, ni en hombres o soledades, porque quásares, galaxias, nebulosas y neutrinos habían sido hasta entonces sus ligerezas (su manera de hablar paja). Una vez aclimatado el cirujano abrió una clínica de estética y colgó sus tres diplomas y afiches de Nicole Kidman, Fanny Lu y Naomi Campbell. Ofreció cera de abejas, sedimentos de manglar, barro negro de Oaxaca, plastilina y silicona. A poco ya parecía un avispero. Después de hacer largas filas Marcianas entraban como marcianas, y salían como terrícolas de las muchas que pululan en Dublín o Barranquilla. Unas blancas y otras negras. El cirujano abominaba el mestizaje. A poco habían comenzado a segregarse. A poco ya se peleaban por los hombres. A poco ya se envidiaban los vestidos y sabían de depresiones. El cirujano guardó todo en una caja y se marchó para Saturno. A lo lejos las oyó hablando sandeces, igual que en cualquier esquina de Dublín o Barranquilla.

Ilustración: Bertha C. Ramos. Muñecos de papel.

martes, 27 de octubre de 2020

HOMBRE MACHO. Bertha C. Ramos

 


HOMBRE MACHO

En el futuro Hombre Macho no sabrá si es un hombre o es mujer. Habrá días en que implorará a los dioses sabiduría para entender si su envidia imperecedera y su obsesión por el olor dulzón y fuerte del comino son menesteres de hombre, y serán esas deidades las que tendrán que persuadirlo de que un hombre no es más hombre por negarse a diferenciar el cuerpo de una mujer de un cuenco aborigen, o de cualquier objeto insustancial. En el futuro Hombre Macho no entenderá de supremacías ni dominancias, y si llegara a saberlo se sabría domesticado. Ya no hablará de tiempos lineales o circulares, porque habrá comprendido que el tiempo es como un asteroide reflejado en la cabeza de un alfiler. No sabrá si cuando ame cualquier cosa que no sea mujer, incluso a sí mismo, seguirá siendo nombrado hombre. Abrirá todas las puertas y ventanas de su casa para que de algún valle sagrado en África o en la India, el viento traiga semillas que serán llamadas hijos y que apellidará orgullosamente para vincularlos a su estirpe. En algún calendario de un sol ya moribundo los dioses se negarán a decretar qué significa masculino, y él tendrá que descubrirlo como debió suceder desde el principio. Entonces se atribuirá una virilidad que nunca tuvo, y ocultará con insolencia las ternezas que lo comandan furtivamente. Aun así, en la incertidumbre lo sorprenderá la hidalguía de su carne irguiéndose porfiada de madrugada, aunque en el fondo sospechará que mil millones de erecciones no serán definitivas de su género.

En el futuro Hombre Macho no sabrá si es un hombre o una mujer. Acabará por sentarse en los bordillos a comerse las uñas y a espiar desesperadamente a Mujer Hembra.

Fotografía: Bertha C Ramos. Buenos Aires. 

sábado, 8 de agosto de 2020

PRIMA LEJANA. Bertha C. Ramos

 

PRIMA LEJANA

Prima Lejana es una mujer lejana y excéntrica. Cuando va a mudarse de casa recoge tres meses antes de marcharse. Tres meses. Ni un día antes, ni uno después. Prima Lejana embala con tal gracia que cuando el menaje está listo la casa parece en Navidad. Empaca hasta los deseos, y como dice que ellos son evanescentes, los guarda esmeradamente en papel celofán amarrados con una cinta tricolor. Luego los etiqueta. Por ejemplo, “Deseo prosperidad en mi nueva casa”. A veces pone cosas caprichosas como “Deseo que a la hija de puta de al lado se le mueran las astromelias”, o “Deseo que caiga un asteroide porque mi patria es una mierda”. Yo, que por ser espectadora de sus quehaceres soy una especie de confidente, la vi empacar alguna vez, sin texto alguno, un papelito con un dibujo de las tetas de Kim Kardashian escurriendo silicona.

Cuando terminó su más reciente mudanza Prima Lejana duró un mes sentada frente a una caja que había sellado por todos lados. Una cajita de cedro que aún despedía olor a savia, delicada y hermética. La miraba y ocasionalmente se rascaba las cejas. Ella no pudo verme, pero fui testigo del momento en que la abrió. Prima Lejana hablaba sola y en voz baja: “más de tres meses sin verte” dijo, y sacó pausadamente relleno de papel, trozos de plástico, viruta y retazos de tela. En el centro de todo aquel amasijo venía un portarretratos con una foto suya en que lloraba por la caída de su primer diente. Prima Lejana lo sacó con un cuidado indescriptible, y suspiró como quien siente que le vuelve un diente al cuerpo.

Ilustración: Bertha C Ramos.

domingo, 19 de julio de 2020

ATRIBUTOS PRESIDENCIALES. Bertha C. Ramos.

ATRIBUTOS PRESIDENCIALES
Al concluir una conmemoración de Independencia tres expresidentes acordaron tomarse un cafecito. El propósito era ultimar detalles de lo que sería oficializar sus candidaturas en la próxima campaña electoral. Pensando en sacar provecho de las propuestas del movimiento mundial por la defensa de los derechos de todos los seres vivos, lo primero que concertaron para volver a la arena política fue conformar, con sus esposas, parejas mixtas de animales cuya imagen los debía representar en la contienda presidencial. Así que, después de un tiempo prudente de íntima reflexión, el primero de los tres se apresuró a responder “un burro y una gallina”; el segundo, esbozando una sonrisa, aseguró muy elocuente “un zorro y una suricata”. El tercero contrajo las mandíbulas y entre dientes afirmó impasiblemente “un mosquito y una mujer”. Meses más tarde el pueblo eligió a uno de ellos por mayoría abrumadora. 
Ilustración: BerthaCRamos.

viernes, 17 de julio de 2020

ENVIDIA. Bertha C. Ramos




No hay mujer más envidiosa que aquella que se da cuenta cómo goza otra mujer, pero se vuelve dramático si se trata de mujeres japonesas. Natzuki es tan delicada que parece hecha de humo y se excita sexualmente cuando siente la fragancia que despiden por las tardes los capullitos de rosa. Y así como se desliza la neblina, lenta y decididamente, Natzuki desarrolla su ritual de seducción, aunque nadie la podría calificar de prostituta a pesar de ser la amante de muchos de los que viven en la Torre de Pompeya. Por gracia es de esas mujeres que consiguen transformar las basuras y crueldades del amor en actos litúrgicos, de manera que se vuelven respetables. Su madre, Yuzuki Ami, la observa con sus ojitos afilados, y cada vez que florecen los rosales y Natzuki se perfuma y elabora corazones de origami que coloca en el estanque del jardín, su semblante de señora japonesa se destempla y comienza a trazarse líneas con su daga alrededor del ombligo. Pero se encierra en su cuarto y se descalza, y zafa el nudo del peinado y se desnuda y se castiga, y su cuerpo se libera lentamente, como surgen los colores con el día.
CuentosdeBerthaCRamos.
Ilustración: Bertha C. Ramos.

sábado, 11 de julio de 2020

LA JERGA DE PEDRO PÉREZ. Bertha C Ramos.


LA JERGA DE PEDRO PÉREZ
Cuenta la mujer de Pedro Pérez que el mismo día en que los médicos le anunciaron que debía controlar sus excesos o moriría antes de seis meses, Pedro Pérez decidió portarse bien. Desde ese mismo momento se abstuvo de articular las frases que tanto le había gustado pronunciar, pero, sobre todo, practicar: dejó de tirar, de coger punta, de comer hierro, de empinar el codo, de azotar baldosa, de brillar hebilla, de hacerse la paja, de meter bareta, de jurar en vano, de poner los cachos, de meter las patas, de jartar chatarra, de tumbar marranos, de torear cristianos, de montar la talla y de poner conejo. Desde aquella misma noche Pedro Pérez dejó de creerse la verga y comenzó a creerse un santo. El deseo de no morirse lo volvió un ejemplo de templanza, sin embargo, al cabo de tres semanas falleció repitiendo decentemente que estaba triste.
Inconsolable, la mujer insiste en que esa clase de remedios son peores que los males; y que, si al menos Pedro Pérez en lugar de decir que estaba triste hubiera dicho estar llevado, seguramente estaría vivo.
Imagen: Goya, San Francisco de Borja y el moribundo. (Boceto)

viernes, 19 de junio de 2020

LUCY. Bertha C Ramos.


El día que Lucy murió su colección de perfumes quedó alineada en el quicio de una ventana. Insignificante sin Lucy. Sin ninguna función, como muchas otras cosas que de tanto haber guardado, quedaron sin ser usadas. Como las vocaciones, el hemisferio izquierdo de su cerebro o su aparato reproductor. Dispuestos los frascos de tal manera, que la luz del sol crepuscular los atravesaba y coloreaba su cara mientras ella se miraba en el espejo después de la hora de nona. Lucy verde, Lucy ámbar, Lucy roja, Lucy pálida o cetrina. ¡Ay Lucy! Una vida larga y sola en una espaciosa casa repleta de colecciones. Algunas inapreciables, como antiguos zapatos japoneses o sillas marroquíes de tres patas. Otras bastante curiosas; montones de fúrculas esternales -pequeños huesos de ave llamados de los deseos-, y minuteros de cobre. Pero en su mayoría, objetos inútiles. Como queriendo guardar su historia Lucy dejó fechados sus uñas, los cabellos cortados a lo largo de su vida y los dientes extraídos. Conservó trozos de yeso que fijaron fracturas de huesos propios y ajenos, así como malas palabras y las sandeces de George Bush escritas con tinta roja. Guardó en cajas de bocadillo veleño cientos de pirinolas y de fichas de dominó (doble seis que habían sido ahorcados), y gran cantidad de ácido graso Omega 3 que no hubiera podido consumir ni en cinco vidas. ¡Ay Lucy! Intentó conservarse sana y bella, aunque no pudo hacer nada para no sentirse triste. Porque la hacían llorar inconsolablemente las herramientas, los virus y las bacterias imperceptibles y las retorcidas metáforas del Apocalipsis, así como la falsa prepotencia de las mujeres casadas.
Lucy murió en el breve lapso que separa un segundo de otro. Se esfumó sin presentimientos, sin señales divinas o malignas, ni ojos acobardados. Sin efectos colaterales, como le sucede a cualquier mosca o a cualquier hombre cuando a todos los soles y las lunas y galaxias, los protones y neutrones, y teorías y demostraciones, y amores y frustraciones, los transforma la negrura en colección de fantasías. Si Lucy hubiera sabido que la muerte podía ser tan inflexible habría hecho un testamento minucioso. Pero no hay nada que obligue a un hombre a especular sobre su hora. Menos a Lucy, cuya ambición era ser coleccionista.  
Difícil fue, para sus deudos, desmontar el escenario que encontraron tras las puertas de la casa. Doloroso. Por aquello que pone a un hombre sentimental. Por lo irrisorio del saber y el no saber, del tener y no tener y tantos verbos conjugados. Tan penoso, que resolvieron hacer fuego en los quinientos cincuenta y tres cuencos tibetanos que guardaba y lograron una hoguera extraordinaria. Una sábana de fuego arropó el cuerpo de Lucy extendido sobre la cama, y algunos meses después construyeron en ese lote un parqueadero.
Fotografía: Bertha C Ramos. Hanoi, Vietnam.

jueves, 18 de junio de 2020

BELLA Y BELLO. Bertha C Ramos.


Ciertamente Bello es bello. Y, usualmente, de mala ley. Una vez Bella se quedó despierta durante toda la noche para poder mirarlo con calma, sin que él la maldijera por penetrar en la intimidad de sus fantasías eróticas y sus aborrecimientos. Bella estuvo apoyada en ambos codos, como cuando se acostaba en la arena del Caribe a ver pelícanos precipitarse contra el mar. Se hizo cargo de que Bello estaba muerto y pudo verlo sin pavor y sin afanes. Tuvo tiempo de mirar el meneo inquisitivo de sus ojos por debajo de los párpados, y la inconfundible mueca de desprecio que contraía su boca cada vez que tenía sexo. Entre tanto, su cuerpo se quedó inmóvil, así como se quedaba en el balcón cuando pasaban mujeres de vida alegre, o bandadas de cotorras. Bello tuvo ocasionales erecciones a lo largo de la noche. Elegantes. Alarmantes. Envidiables. Entrada la madrugada Bella encendió un fosforito tratando de examinar el flanco de Bello oculto bajo la sombra de una pared, y observó mínimas lágrimas que goteaban suavemente en el colchón, a todas luces coherentes con el visaje de estulticia que suelen tener los hombres mientras duermen. Cuando Bello despertó amenazaba la aurora y Bella seguía mirándolo extasiada. Cualquiera diría que Bello la maldijo al encontrársela observándolo en silencio. Pero no. Bella misma se maldijo.
Fotografía: BerthaCRamos. Bella y Bello

martes, 16 de junio de 2020

ENCRUCIJADA. Bertha C Ramos.


ENCRUCIJADA
Frente a la muerte de la mamá una familia muy reputada se encontró en una encrucijada. Reunidos ante el cadáver no lograban concertar la manera de peinarla. Fue un debate larguísimo. Por aquello de la elegancia los ancianos hicieron campaña por un moño francés del siglo XVIII, aunque creyeron prudente esconderle las manos (y las uñas torcidas) entre guantes de raso. Preservando su condición de madre muerta los hijos preferían cubrirla con una chalina blanca, porque santidad y poder eran una fusión pomposa para un recuerdo póstumo. En aras de la estética los artistas de la familia quisieron una semblanza de La Gioconda, pese al gesto contrariado que tenía por la falta de dientes. Pero estaba, además, la opinión de los más jóvenes (puro brillo y taches), que se inclinaban por ver a la vieja hacerse polvo depilada, libre de pelo prehistórico. Si acaso un penacho colorado, como un zarpazo en el cráneo, a la medida de sus sátiras seniles. Como no hubo concertación en un tema tan complicado, el acuerdo fue un revoltijo de cosas y una bonita foto de ella cuando cumplió quince años que pusieron sobre la tapa cerrada del ataúd. Así, mientras una avalancha de besitos y apretones de mano sellaba el pacto de la sangre, sofocada entre arandelas de satín, en una calurosa tarde de finales de septiembre y con el cabello hecho un desastre, entraron a la mamá al horno crematorio.
Cuentosde Bertha C Ramos.
La madre muerta, Edvard Munch

TRES DESEOS FRENTE AL MAR. Bertha C Ramos.


Bajo el sol de un mediodía de domingo, cuando en la playa sucede una fusión de resplandores, cuatro niñitas estaban echadas sobre la arena mientras miraban el mar. Soportaban la canícula formulando sus deseos y chupando un pirulí. Ana Rosa quería ser misionera franciscana, Josefina contemplaba la osadía de besarse con un negro, y Marianela, que era miope, deseaba una colección de gafas multicolores para ver con claridad aquello que sucediera en la línea del horizonte. Catalina no sabía de deseos, de manera que ella estaba ensimismada imitando la tonada de las olas al reventar en la arena. Fue entonces cuando habló el mar sorpresivamente. Y así como hablan los hombres, con total autoritarismo, les juró que él tenía poder para conseguir que sus caprichos se cumplieran.
Ana Rosa, Josefina y Marianela se casaron hace años, y permanecen encerradas por haber desarrollado una reacción casi mortal a los crustáceos, camarones y moluscos, a cangrejos, calamares, ostras, vieiras y centollas. Catalina vuelve los domingos a la playa, y bajo el sol del mediodía, cuando ocurre una fusión de resplandores, se acuesta sobre la arena soportando la canícula mientras chupa un pirulí lúbricamente.

Paul Émile Chabas, Dos Bañistas.
cuentosdeBCRamos, 
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