sábado, 26 de marzo de 2011

De Eduardo Galeano. El exorcismo.

Rosario, la hechicera andaluza, llevaba muchos años peleando contra los demonios. El peor de los satanases había sido su suegro. Este malvado había muerto acostado en la cama, la noche que exclamó: ¡Me cago en Dios! y el crucifijo de bronce se desprendió de la pared y le partió el cráneo.
Rosario se ofreció a desdiablarnos. Nos tiró a la basura nuestra bella máscara de Lucifer y desparramó una humareda de ruda, mejorana y laurel bendito. Después clavó en la puerta una herradura con las puntas hacia afuera, colgó algunos ajos y derramó, aquí y allá, puñaditos de sal y montones de fe.
-Al mal tiempo, buena cara, y a las hambres, guitarrazos- dijo.
Y dijo que ahora nos tocaba a nosotros, porque la suerte no ayuda si uno no la ayuda a ayudar.
De El libro de los abrazos.
Imagen: Otto Dix.

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