miércoles, 21 de septiembre de 2011

De Ángel González. Epílogo.

Me arrepiento de tanta inútil queja,
                                                                       de tanta 
tentación improcedente.
Son las reglas del juego inapelables
y justifican toda, cualquier pérdida.
Ahora
sólo lo inesperado o lo imposible
podría hacerme llorar:

una resurrección, ninguna muerte.

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