La fama de Pariente
Desalmado sobrepasa la línea ecuatorial y llega hasta El Calafate, en la
Patagonia argentina. Ya entrado en años, es una leyenda viva. Todo comenzó en
la infancia cuando a Pariente Desalmado no habían terminado de crecerle los
pies y se enamoró de una mujer que tenía fama de bruja. Corrían rumores de que
ella había nacido con una tercera mano, un apéndice umbilical que ocultaba con
recelo. Lo cierto es que la mujer era cleptómana. Que igual robaba cubitos de
azúcar que se derretían en sus bolsillos, o palabras exóticas que incorporaba a
su vocabulario. Pariente Desalmado, que entonces era lo que se llama un niño
bueno, iba a visitarla cuando salía de la escuela y le llevaba secretamente una
que otra baratija ⸺medallitas de cobre, piedritas cuarteadas o checas de gaseosa⸺ para
apaciguar así su urgencia de robar. Cuando Pariente Desalmado se hizo hombre
ella rondaba los treinta años, y en una barraca de la Serranía del Perijá
pasaron la que sería su primera y última noche juntos. Porque cuando él se
quedó dormido, ella le sacó el alma por un huequito que le hizo en la tetilla
con un alfiler de sombrero, y desapareció sin dejar rastro. Desde entonces, es
un desalmado. Una leyenda viva. Lo han visto que deambula por la América del
Sur armado hasta los dientes y que una línea de sangre gotea siempre tras su
paso. Lo acusan de bandolero. De asesino. De guerrillero. De rebelde. De
sedicioso. Acabaron por llamarlo terrorista. Como es un desalmado, Pariente
Desalmado no diferencia unas palabras de otras, así que, entre tanto
aborrecimiento se encoge de hombros, levanta un poco la barbilla, tuerce la
boca despectivamente y sigue disparándole a todo lo que se cruza en su camino.
CuentosdeBCRamos. Del libro Palabras Pesadas.
Picasso, Hombre con fusil.