En una noche de centellas y aguas densas, en un
sendero selvático en el que habían estado combatiendo guerrilleros y militares,
como larvas que quisieran agarrarse de las piedras aceitosas se arrastraban ocho
dedos de mujer. Al pie de un enorme caucho se unieron con unas manos que solo tenían
pulgares, y unos metros adelante con unos brazos inertes sumergidos en el lodo.
Diez minutos estuvieron acoplándose para luego deslizarse a una quebrada donde palpitaba
un torso que tiritaba de frio en el lecho pantanoso. La luna estaba asomándose
cuando un cuerpo surcó el manto de la noche, y a tientas, con el último pavor
aún incrustado y con la trenza desarmada, halló tibia todavía a la cabeza. Se ligaron,
se empalmaron, se anudaron, y la boca femenina escupió una grosería que se oyó
en toda la selva. Entonces lo vio salir de la espesura: el hombrecillo de
mierda que la había descuartizado le apuntó a la frente y le dio el tiro de
gracia.
cuentosdeBCRamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario