viernes, 11 de junio de 2010

Del monje Ryôkan.

Hace muchos años vivía junto a mi casa
una bella chica.
Recogía moras en distante soto y después
volvía con sus blancos brazos
repletos de ramas áureas y plateadas.
Cantaba con voz melodiosa y
      exhalaba vida.
Los labriegos jóvenes, al verla,
dejaban su hoz, y muchos olvidaban
      retornar a casa.
Ahora no es más que una anciana abuela
de cabellos blancos y achaques de vieja.


Kitagawa Utamaro (1754-1806) 

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