X.27
Hay días para enmudecer,
para andar entre los otros y las cosas
con la boca vendada por el aire,
para ser de pronto tácito,
como un acontecer que súbitamente
se esfumara en la mitad de un gesto,
como alguien que descubriese un mundo sin voz
y se envolviera con él
como con una capa.
Días para mirarte e irse.
O quizá para no mirarte
o para mirarte como si no te mirase,
pero sin abdicar de los ojos.
Días sólo para callar,
pero sin eludir el trasbordo de ser
que siempre nos urge en todo.
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