de grandes cataratas de agua caídas por los cielos tristes, a montones (en el
fragor del agua que caía allá en el fondo, a lo largo de pezones tersos) hacia
el río consumado de los cuerpos amarillos por el nácar de las sombras del revés
del viento (árboles cayendo como mantos en el viento en el paisaje del origen,
en el fondo de los tiempos) como espumas en el aire en la caída añosa de los
árboles, al centro
"pues si esas ráfagas, esas kilométricas y brillantes manchas de lágrimas
no son cataratas aún" las nubes en la tierra lo serán, apiñación de tierra
con el aire celestial de llamas de los hombres encallados, mutilación de
llamas encrespadas hacia el ancho de veredas cósmicas (ancho de veredas
entre llamas, llamaradas) el balcón de los guijarros nieva fieras del revés
de nuestras aguas tersas al montón de origen derramado (en el montón
de oleaje del revés)
De la poesía inédita de Liliana Celiz, poeta argentina.
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