Descubrir que los fantasmas
no son vándalos que acechan
en la esfera incalculable de la noche,
evaluar su precaria condición
de seres alternativos
condenados a encarnarse en la penumbra,
descubrir que abrir los ojos
cuando el negro es una hipérbole del sueño
es simplemente renunciar a su existencia,
iluminar el desconcierto
en que se vuelven reales.
Esa es la obligación sacerdotal
de cada hombre.
El sacrificio de los múltiples que somos
en homenaje a la deidad
que imaginamos.
Tu blog, Palabraspesadas, me muestra el peso que tienen las palabras, que en tan poco pueden decir mucho. Seguramente el valor de la poesía. "No volverá el grito a ser pujo" y "El sacrificio de los múltiples que somos en homenaje a la deidad que imaginamos". Provoca repetirlo. Gracias.
ResponderEliminarGracias a ti por tu generoso comentario. Las palabras comenzaron a volverse cómplices después de un largo camino...Un abrazo!
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