Cayetano era un poeta. Cayetano cabalgaba
contrariado cada noche, acorralado por palabras pesarosas y precisas para hacer
reminiscencia de simbólicas imágenes que aullaban, pataleaban, percutían, lo
provocaban, lo hostigaban, lo golpeaban.
Cayetano se internaba en el espacio tenebroso,
pegajoso y resbaloso de las voces acalladas, censuradas, ignoradas, y las iba
sonsacando y las iba poseyendo una tras otra suavizando ese amargor y esa
dureza, y se esmeraba en presentarlas dulcecitas, desarmadas, inocentes. Cayetano
era un zahorí. Como tal, asumía su destino doloroso, desastroso, de saberlas
saboreando su suplicio, sin embargo, Cayetano las buscaba, las rondaba, las
rodeaba, las rogaba, las lidiaba aun sabiendo que sería sacrificado. Cayetano
era un poeta.
Cuentos de BCRamos.
María Izquierdo, Hombre con caballo (1932)
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