Debería llover
y hace falta ser
lluvia,
caer en los
tejados y en las calles,
caer hasta que
el aire ponga
ojos de
cocodrilo
mientras muerde
la tierra igual que una manzana,
caer sobre la
tinta del periódico
y caer sobre ti
que no llevas
paraguas,
que te llamas María
y Almudena,
que piensas como
abril
en hojas limpias
bajo el sol de mayo.
A veces una piel
pudiera ser la
única razón del optimismo.
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