En un negocio de abarrotes
un dependiente de baja estatura se subió cualquier día sobre un banquito para
bajar de la alacena una lata de aceitunas. Y no hubiera tenido nada de anormal
si no fuera porque cuando estuvo arriba, se le diera por gritarle frenéticamente
a los empleados de la tienda. “¡Jaramillo, atienda los proveedores!, José
Tulio, ¡invierta en publicidad! ¡Santoyo, la celaduría! ¡Gutiérrez, lave los baños! ¡Valencia cobre las
deudas! ¡Josefina, el botiquín! ¡Eugenio los domicilios! ¡Margarita, los teléfonos!” Al
comienzo los muchachos hicieron bromas y algarabía, pero cuando vieron que era
en serio y no se quería bajar, comenzaron entre todos a empujarlo. Para
entonces, había pasado tanto tiempo que sólidos ensambles de caja y espiga se
formaron entre los pies del dependiente y la tabla del banquito, y tuvieron que
recurrir a grandes serruchos para bajarlo de ahí.
CuentosdeBCRamos.
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