HOMBRE MACHO Y MUJER
HEMBRA CON CIERTA DIFICULTAD PARA ENTENDERSE
Un hombre y una mujer, famosos por ser un macho y una hembra, encajaban
físicamente como las piezas de un broche. Los separaban las palabras. Hombre
Macho parecía hablar ucraniano y Mujer Hembra cantonés. Una vez -de esas pocas
veces que demuestran que existe la voluntad- resolvieron confesarse lo que
nunca habían podido. Hombre Macho fue claro en que escogieran un sitio donde
pudiera gritar sin que nadie le dijera esquizofrénico o maniático, o cualquiera
de esas cosas prejuiciosas. Mujer Hembra estuvo de acuerdo porque intuyó que
algún gritito atroz saldría también de su garganta. Por tal motivo eligieron
acampar en una planicie de arena volcánica que de día era una amenaza por lo
extensa y silenciosa, pero de noche, era una fiesta. La invadían los olores y
los ruidos de un mar arcaico que allí existiera. Como si fuera para un paseo
Hombre Macho llevó una caña de pescar, señuelos de silicona coloreada, un libro
de infantería y, escondida entre sus hojas, una foto de David Beckham surfeando
sobre las olas de Hawai. Mujer Hembra llevó pareos africanos, la baraja del
tarot, tres docenas de condones, sonidos de la antigua Escandinavia y un reloj.
La primera noche no fue fácil. Estuvieron alterados. Hombre Macho nombraba
hondo lo profundo, conjetural lo real, por cuchillo señalaba una peineta, por
decir recogimiento señalaba el corazón. Mujer Hembra llamaba oscuro a lo
confuso, invisible a lo intocable. Por decir blanco dijo negro varias veces,
quiso miel y dijo hiel. Llovió fuerte y ella lo llamó diluvio, él inclemencia,
después brillaron las estrellas y él dijo iluminación, ella infinito. Pero se
fueron tranquilizando. Y no porque Hombre Macho gritara desaforado, ni porque
Mujer Hembra llorara como un corderito, sino porque en ese azar se pusieron a
jugar. Él dijo toro, ella flor. Él dijo
brazo, ella nave, cabalgata, acosador, apopléjico, indignada, peregrino,
maniatada, pusilánime, invasora, necesaria, panfletario, domadora, libertario.
Y así, durante semanas, tendidos sobre la arena de la planicie, agotaron
sustantivos, adjetivos, pero, sobre todo, verbos. Finalmente, una mañana Mujer
Hembra dijo amor y Hombre Macho se quedó callado.
Ilustración: Bertha C Ramos.
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