VÍCTIMA Y VICTIMARIO
Desde mi confinamiento, durante los días de la peste, vi a un hombre
que rara vez salía al balcón. Su figura relucía bajo el sol abrasador. Alto y
bello, vestía una camisa roja y pantalones deportivos. Desde mi propio
presidio, sentí el olor almizclado de los hombres ambiciosos. Tenía semblante
de víctima. Sin mando. Sin oficios. Sin placeres. Parecía desorientado. A lo
lejos, aullaban las ambulancias en la ciudad de la gozadera.
Durante el tiempo de la peste, desde mi confinamiento, al cabo de
varios meses lo vi sacar una escoba. Barrer una y otra vez el metro y medio
cuadrado donde esperaba las noches sentado en un mecedor. Lo vi limpiar la
baranda. Lo vi enjabonar los vidrios y luego tirarles agua. Lo vi regar las
bifloras. Lo vi chatear y reírse. Lo vi sacudir la mesa donde se bebía el café
a las cuatro de la tarde. A gritos, los pobres pedían auxilio en las calles
desoladas de la ciudad de la petulancia.
Desde mi confinamiento, durante los días de la peste, vi a un hombre que habitaba en un balcón. Alto y bello, vestía una camisa roja y pantalones deportivos e intentaba hacerle frente a la pandemia con quehaceres femeninos. Tenía la seguridad de un victimario. Parecía un hombre feliz. A lo lejos, retumbaban las tamboras en la ciudad de la pesadumbre.
Ilustración: Victima y victimario. Bertha C Ramos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario