A Marte, a una colonia de marcianas, llegó un cirujano plástico
proveniente de la Tierra. Marcianas no habían estado interesadas en política o
belleza, en teología o literatura, ni en
hombres o soledades, porque quásares, galaxias, nebulosas y neutrinos habían
sido hasta entonces sus ligerezas (su hablar paja). Una vez aclimatado, el cirujano
abrió una clínica de estética y colgó allí sus diplomas y afiches de Nicole
Kidman y Naomi Campbell. Ofreció cera de abejas, sedimentos de manglar, barro
negro de Oaxaca, plastilina y silicona. A poco ya parecía un avispero.
Marcianas hacían la cola como marcianas y salían transformadas en terrícolas de
las mismas que pululan en Dublín o Barranquilla. Unas blancas, otras negras. No
hubo puntos intermedios. A poco habían comenzado a segregarse. A poco ya se
peleaban por los hombres. A poco ya se miraban los vestidos y sufrían de
depresión. Cirujano guardó todo en una caja y se marchó para Saturno. A lo
lejos las oyó hablando sandeces, igual que en cualquier esquina de Dublín o
Barranquilla.
Fotografía: Mauricio Ramírez, Ko Phangan, Tailandia.
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