martes, 16 de junio de 2020

ENCRUCIJADA. Bertha C Ramos.


ENCRUCIJADA
Frente a la muerte de la mamá una familia muy reputada se encontró en una encrucijada. Reunidos ante el cadáver no lograban concertar la manera de peinarla. Fue un debate larguísimo. Por aquello de la elegancia los ancianos hicieron campaña por un moño francés del siglo XVIII, aunque creyeron prudente esconderle las manos (y las uñas torcidas) entre guantes de raso. Preservando su condición de madre muerta los hijos preferían cubrirla con una chalina blanca, porque santidad y poder eran una fusión pomposa para un recuerdo póstumo. En aras de la estética los artistas de la familia quisieron una semblanza de La Gioconda, pese al gesto contrariado que tenía por la falta de dientes. Pero estaba, además, la opinión de los más jóvenes (puro brillo y taches), que se inclinaban por ver a la vieja hacerse polvo depilada, libre de pelo prehistórico. Si acaso un penacho colorado, como un zarpazo en el cráneo, a la medida de sus sátiras seniles. Como no hubo concertación en un tema tan complicado, el acuerdo fue un revoltijo de cosas y una bonita foto de ella cuando cumplió quince años que pusieron sobre la tapa cerrada del ataúd. Así, mientras una avalancha de besitos y apretones de mano sellaba el pacto de la sangre, sofocada entre arandelas de satín, en una calurosa tarde de finales de septiembre y con el cabello hecho un desastre, entraron a la mamá al horno crematorio.
Cuentosde Bertha C Ramos.
La madre muerta, Edvard Munch

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