jueves, 18 de junio de 2020

BELLA Y BELLO. Bertha C Ramos.


Ciertamente Bello es bello. Y, usualmente, de mala ley. Una vez Bella se quedó despierta durante toda la noche para poder mirarlo con calma, sin que él la maldijera por penetrar en la intimidad de sus fantasías eróticas y sus aborrecimientos. Bella estuvo apoyada en ambos codos, como cuando se acostaba en la arena del Caribe a ver pelícanos precipitarse contra el mar. Se hizo cargo de que Bello estaba muerto y pudo verlo sin pavor y sin afanes. Tuvo tiempo de mirar el meneo inquisitivo de sus ojos por debajo de los párpados, y la inconfundible mueca de desprecio que contraía su boca cada vez que tenía sexo. Entre tanto, su cuerpo se quedó inmóvil, así como se quedaba en el balcón cuando pasaban mujeres de vida alegre, o bandadas de cotorras. Bello tuvo ocasionales erecciones a lo largo de la noche. Elegantes. Alarmantes. Envidiables. Entrada la madrugada Bella encendió un fosforito tratando de examinar el flanco de Bello oculto bajo la sombra de una pared, y observó mínimas lágrimas que goteaban suavemente en el colchón, a todas luces coherentes con el visaje de estulticia que suelen tener los hombres mientras duermen. Cuando Bello despertó amenazaba la aurora y Bella seguía mirándolo extasiada. Cualquiera diría que Bello la maldijo al encontrársela observándolo en silencio. Pero no. Bella misma se maldijo.
Fotografía: BerthaCRamos. Bella y Bello

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